lunes, 17 de noviembre de 2025

La historia también es ciencia

 (Marcelo Mojica – Club de Astronomía Icarus)

 

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha alzado la vista hacia el cielo, buscando en los astros no solo respuestas sobre el universo, sino también un reflejo de sí misma. Cada estrella, cada planeta, cada luna ha sido testigo silencioso de nuestra curiosidad, y cada observación celestial ha dejado huella en los anales de la historia. La astronomía, más que un mero conjunto de fórmulas y telescopios, es también un puente entre la memoria histórica y la rigurosidad científica.

Entre los fenómenos celestes que han despertado asombro a lo largo de los siglos, las ocultaciones de planetas por la Luna ocupan un lugar especial. En estos eventos, nuestro satélite natural, con su silueta serena y familiar, se interpone entre un planeta y los ojos humanos, borrando momentáneamente su fulgor de nuestro cielo. La magia de estos instantes no radica solo en la belleza visual, sino en la precisión con la que los movimientos celestes se ejecutan: un testimonio silencioso de leyes universales que han regido el cosmos mucho antes de que el hombre pudiera comprenderlas.

Uno de estos eventos históricos se remonta al 28 de noviembre de 1484. María José Martínez y Francisco J. Marco Castillo lo mencionan en su estudio “Occultation of Planets by the Moon in European Narrative Medieval Sources”, en el que exploran cómo las crónicas europeas medievales, entre relatos de supersticiones y augurios, registraban con sorprendente exactitud fenómenos astronómicos como la ocultación de Marte. Imaginemos a los observadores de aquel tiempo: sin telescopios, sin cámaras, guiados solo por la aguda mirada, el conocimiento de los movimientos de los planetas y una inquebrantable curiosidad. Sus palabras, plasmadas en pergaminos y códices, son hoy fuentes valiosas que nos permiten reconstruir el pasado celeste con exactitud científica. Cada anotación medieval, cada comentario sobre la posición de Marte detrás de la Luna, es un puente entre la historia y la ciencia. [1]

Estudiar estos registros no es un simple ejercicio académico. Es un acto de diálogo con quienes nos precedieron, una manera de recordar que la astronomía ha sido siempre tanto una ciencia como una narración de nuestra presencia en el universo. Las antiguas crónicas no solo documentaban un evento astronómico; también reflejaban la interpretación humana de ese instante, la mezcla de miedo, admiración y asombro ante la vastedad del cosmos. La historia, cuando se observa bajo la lente de la investigación científica, revela patrones, confirma cálculos y fortalece nuestra comprensión de la mecánica celeste.

Avanzando más de cinco siglos, la astronomía moderna nos permite capturar con precisión estos mismos fenómenos. Un ejemplo reciente lo encontramos el 5 de septiembre de 2020, cuando Marcelo Mojica G. registró fotográficamente la ocultación de Marte por la Luna. La imagen congela en un instante perfecto la danza celeste: el planeta rojo, brillante y tenue a la vez, desaparecía tras la silueta plateada de nuestro satélite. Este acto de observación no es solo un logro técnico; es una continuidad histórica, un eco de aquellos cronistas medievales que, con tinta y papel, intentaban atrapar la fugacidad del cielo. La diferencia es que hoy contamos con la tecnología, pero el espíritu que nos impulsa a mirar hacia arriba sigue siendo el mismo: una mezcla de curiosidad, asombro y reverencia.



Fig. 1.- La noche del 5 de septiembre, 6 para mi longitud, nuestro satélite ocultó a Marte. Las imágenes se las obtuvieron con un refractor de 120mm de diámetro y 1000mm de focal, y adosada a foco directo, una Nikon D3100

La importancia de la investigación bibliográfica en astronomía se manifiesta con claridad al estudiar estos eventos. Consultar textos históricos, cotejar fuentes y analizar relatos antiguos permite a los astrónomos modernos verificar predicciones, entender la evolución de la observación astronómica y, a veces, incluso descubrir errores o matices que la ciencia contemporánea puede corregir o interpretar de manera más precisa. Así, la historia no es un simple telón de fondo; se convierte en un laboratorio de sabiduría acumulada, donde cada anotación, cada observación registrada, es una pieza del rompecabezas cósmico.

La conexión entre historia y ciencia se vuelve especialmente evidente cuando consideramos que fenómenos como las ocultaciones de Marte son tanto efímeros como eternos. La Luna cubrirá y descubrirá planetas sin cesar, siguiendo un ritmo que no entiende de calendarios humanos, pero que nosotros, con nuestra memoria histórica, podemos seguir y documentar. El estudio de estas interacciones celestes nos recuerda que la ciencia no es un acto de abstracción distante: es también una conversación con el tiempo, con aquellos que nos precedieron y con aquellos que vendrán.

Observar Marte desaparecer detrás de la Luna es, en cierto sentido, un acto poético. Es contemplar la fragilidad de nuestra perspectiva frente a la exactitud del cosmos, y al mismo tiempo sentirnos parte de una cadena que se extiende siglos atrás. Cada registro, ya sea un pergamino medieval o una fotografía digital, es un testimonio de nuestra búsqueda de comprensión. Nos recuerda que la historia también es ciencia, que los antiguos astrónomos eran científicos de su tiempo, y que nosotros, al estudiar y documentar, continuamos su obra.

Además, estas observaciones nos enseñan algo profundo sobre la naturaleza del conocimiento. No existe una línea clara entre lo que llamamos “historia” y lo que llamamos “ciencia”; más bien, se trata de un continuo donde cada anotación, cada observación, cada interpretación, aporta capas de significado. La historia nos da contexto, la ciencia nos da precisión, y juntas nos permiten acercarnos a la verdad de los fenómenos astronómicos.

Por eso, mirar al cielo no es solo un acto contemplativo: es también un ejercicio de humildad y reconocimiento de nuestro lugar en la vastedad del universo. La próxima vez que la Luna cubra un planeta, recordemos a quienes, siglos atrás, levantaron los ojos y registraron el momento con atención y devoción. Recordemos que el conocimiento humano es acumulativo, que la curiosidad es un hilo que conecta épocas y generaciones, y que cada observación astronómica es tanto un regalo de la naturaleza como un legado de quienes nos precedieron.

En conclusión, la historia y la ciencia no son caminos separados, sino senderos paralelos que se cruzan en los cielos. La investigación bibliográfica en astronomía nos permite comprender fenómenos como la ocultación de Marte por la Luna no solo en términos técnicos, sino también como parte de una narrativa humana más amplia. Desde la anotación medieval del 28 de noviembre de 1484 hasta la fotografía moderna del 5 de septiembre de 2020, cada registro es un testimonio de nuestra capacidad de observar, aprender y asombrarnos. Al estudiar el pasado, fortalecemos nuestra comprensión del presente y abrimos la puerta a futuras generaciones de astrónomos que, con la misma fascinación, seguirán buscando respuestas entre las estrellas.

Porque, al fin y al cabo, la historia también es ciencia, y la ciencia siempre lleva consigo el eco de quienes la hicieron posible.

Bibliografía

https://www.academia.edu/80845807/Occultation_of_Planets_by_the_Moon_in_European_Narrative_Medieval_Sources?auto=download&email_work_card=download-paper

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