Jairo Andrés Chavez sigue compartiendo con nosotros sus estupendas imágenes lunares:
Observadores Lunares
lunes, 14 de julio de 2025
sábado, 12 de julio de 2025
NÚMERO ESPECIAL DEL MENSAJERO DE LA LUNA: ESPECIAL SOBRE RUPES RECTA
Amigos de la Sociedad
Lunar Argentina;
Compartimos el número 53 de
nuestra revista, que es un especial con las contribuciones que se hicieron para
la Sección Focus On del mes de julio de 2025 en la revista The Lunar Observer,
relacionada con Rupes Recta:
Rupes Recta, The Straight
Wall, El Ferrocarril, La Espada, tantos nombres para un mismo sitio con el que
han soñado (sí, ¿por qué no?, soñado) tantos observadores a través de las
décadas. La más notoria de las pareidolias lunares es el ejemplo más notorio de
falla lunar (una grieta con uno de sus bordes más elevado que el otro). Rupes
Recta varía mucho de acuerdo a la iluminación y vamos a analizar las imágenes
que nos envíen en búsqueda de detalles esta gran pared, junto con las otras
interesantes formaciones de esta región del este de Mare Nubium.
Link para ver y/o
descargar:
https://drive.google.com/file/d/1D7Rzruj8KdlSO8PKnPEitVNWQeV-MkfD/view?usp=sharing
miércoles, 2 de julio de 2025
Plato: el cráter que cambia con la luz lunar
(Marcelo Mojica, Club de Astronomía Icarus)
Entre
las muchas maravillas que ofrece la superficie de la Luna, hay un cráter que,
tanto por su elegancia geológica como por su papel en la historia de la
astronomía, ha capturado la atención de generaciones de observadores: el cráter
Platón. Situado en las coordenadas lunares 51.6° norte
y 9.3° oeste, Platón se ubica en el extremo noreste del Mare Imbrium,
al borde de las tierras altas lunares, y representa uno de los espectáculos
visuales más cambiantes y hermosos que ofrece nuestro satélite natural.
[1]
Platón
es un cráter de impacto de unos 100 kilómetros de
diámetro, con un fondo relativamente plano y oscuro, cubierto por
antiguos flujos de lava basáltica. Sus murallas escarpadas y elevadas,
que alcanzan alturas de más de 2.5 kilómetros en algunos puntos,
lo rodean como una muralla fortificada, protegiendo su interior de tonos
sombríos. Esta configuración lo convierte en un objeto especialmente atractivo
para observar con telescopios de aficionado, ya que las sombras que
proyectan sus bordes varían dramáticamente a lo largo del mes lunar,
revelando diferentes aspectos de su relieve. [2]
Observar
Platón es como asistir a una obra de teatro con iluminación cambiante. En los
días posteriores al novilunio (Luna nueva), cuando la luz
solar apenas roza sus murallas orientales, las sombras se alargan hacia el
oeste, dibujando contornos precisos de las paredes del cráter. A medida que
avanza la fase lunar y el Sol lunar asciende en el cielo selenita, las sombras
se acortan y el interior del cráter aparece plano y oscuro, como un lago seco y
sereno. Más adelante, durante la luna menguante, el proceso se
invierte, esta vez con sombras proyectadas hacia el este. Esta transformación
diaria convierte a Platón en un objetivo ideal para seguir a lo largo de todo
el ciclo lunar, apreciando sus cambios sutiles y su belleza siempre renovada.
Una
característica curiosa es la ausencia de un pico central prominente,
típico en otros cráteres de tamaño similar. El interior del cráter también
presenta pequeños cráteres secundarios apenas visibles con
telescopios de mediana potencia, y ha sido objeto de interés por supuestas anomalias
visuales: desde el siglo XIX, varios observadores han reportado
“nubes”, “nieblas” o luces transitorias en su interior, fenómenos ahora
conocidos como Fenómenos Lunares Transitorios (TLPs) [3].
En 1788 el astrónomo planetario alemán Johan Schröter había informado de la
presencia de una brillantísima luz entre los picos de los montes Alpes, no
lejos de Platón.[4] Aunque su explicación científica aún es tema de
debate, han nutrido el misticismo en torno a Platón y han estimulado la
imaginación tanto de científicos como de escritores.
Este
cráter, además, tiene un lugar especial en la historia de la
cartografía lunar. Los primeros intentos sistemáticos de representar
la Luna con precisión surgieron a partir del uso del telescopio a comienzos del
siglo XVII. Thomas Harriot, un astrónomo inglés, fue el
primero en realizar un dibujo conocido de la Luna en 1609, incluso antes de
Galileo. Poco después, en ese mismo año, Galileo Galilei
utilizó su telescopio para observar y dibujar las fases lunares, aportando una
interpretación revolucionaria del relieve lunar que contradecía la visión
aristotélica de una Luna perfecta y lisa. Luego, en 1645, el astrónomo jesuita Johannes
Hevelius publicó Selenographia, la primera obra extensa
dedicada a la Luna, con mapas meticulosamente dibujados, donde Platón ya
aparecía representado (aunque con nombres distintos a los actuales).
A
estos pioneros se les sumó más tarde el trabajo del astrónomo italiano Giovanni
Battista Riccioli, quien en 1651 introdujo la nomenclatura lunar
moderna en su obra Almagestum Novum, asignando al cráter el nombre
“Platón” en honor al filósofo griego. Esta convención fue ampliamente adoptada
y perdura hasta hoy. Fig 1.
Fig.1 Los primeros astrónomos en realizar dibujos y Atlas lunares. De izquierda a derecha: Thomas Harriot,
Galileo Galilei, Johanes Hevelius y Giovani Riccioli. Wikipedia
Dos
siglos más tarde, en plena época romántica de la astronomía, el cráter Platón
volvió a cobrar protagonismo en manos de observadores apasionados como Camille
Flammarion, autor del célebre libro L’Astronomie (1862).
Flammarion fue un astrónomo y divulgador francés que supo combinar el rigor
científico con una sensibilidad estética y literaria inusual. En sus obras,
incluyó bellísimos grabados lunares realizados a partir de observaciones
telescópicas de alta precisión. Muchos de estos dibujos, inspirados en los
cuadernos de observación de astrónomos del siglo XVIII y XIX, muestran a Platón
con gran detalle: sus murallas, su fondo oscuro, sus sombras cambiantes.
En
aquella época, antes de la fotografía astronómica, los dibujos eran la
principal forma de registrar y compartir observaciones, y el cráter Platón fue
uno de los favoritos por su capacidad de cambiar su apariencia con la luz.
Algunos astrónomos, como Schröter, Beer y Mädler, pasaban horas observando y
dibujando Platón durante noches consecutivas, documentando incluso las mínimas
variaciones.
Hoy
en día, gracias a la tecnología moderna, disponemos de imágenes satelitales de
alta resolución de la superficie lunar. Sin embargo, el encanto de observar
Platón en directo permanece intacto. A través de un telescopio modesto, el
cráter nos ofrece una conexión con los observadores del pasado,
con sus cuadernos de campo y sus lentes de vidrio pulido. Cada fase lunar trae
consigo una nueva oportunidad para contemplar cómo la luz modela sus formas y
revela su historia geológica, sus cicatrices de impacto, y su milenaria
presencia sobre el horizonte nocturno.
Fig. xx A la Izquierda se
observa una fotografía del Cráter Platón obtenida con un telescopio Mak de
150mm de apertura y a la derecha un dibujo editado en la obra de Camilo
Flamarion
En
definitiva, Platón no es solo un cráter: es una galería viviente de
luces y sombras, una joya para el ojo entrenado y una invitación para
todo aquel que alza la vista y se deja fascinar por la Luna. Si tienes un
telescopio, incluso uno pequeño, dedícale algunas noches a Platón.
Descubrirás que no hay dos observaciones iguales, y que la belleza de este
rincón lunar se revela, poco a poco, a quien lo observa con paciencia y
asombro.
Bibliografía
1.
https://es.wikipedia.org/wiki/Plat%C3%B3n_(cr%C3%A1ter)
2.
Virtual
Moon Atlas V8.2
3. Actividad
en la superficie lunar: fenómenos lunares transitorios, Cruz R., file://Dialnet-ActividadEnLaSuperficieLunar-4550290.pdf
4.
https://es.wikipedia.org/wiki/Fen%C3%B3menos_lunares_transitorios
viernes, 27 de junio de 2025
LA TOPOGRAFÍA DEL ARCO DE LOS DORSA
Traducción
del texto aparecido en la edición de junio 2025 de The Lunar Observer
Cuando la vida te da pocas oportunidades para observar con el telescopio, es el momento para reflexionar sobre lo que observamos, mientras caminamos, mientras esperamos, mientras nos aburrimos…
Uno
de mis intereses en la observación lunar son los dorsa, y una de las razones de
mi interés es que mis observaciones han ido mejorando progresivamente gracias
los conocimientos teóricos sobre la geología de estas formaciones (literalmente
cuanto más se conoce más se ve) y en algunas ocasiones la observación estimula
la reflexión teórica. Es el caso del texto que presentamos, con la salvedad de
que la observación no es directa sino de las imágenes que brinda una obra que
he citado en incontables ocasiones en esta revista, el Photographic Lunar Atlas
for Moon Observers de Kwok Pau.
Hace
mucho que me intrigan dos hechos: 1) la extraordinaria complejidad del relieve
de los dorsa (obviamente, cuanto más grandes más complejos) y 2) que esa
complejidad no es recepcionada en los textos teóricos. En efecto, si repasamos
la bibliografía sobre este tema notamos que las publicaciones están aumentando,
pero están más orientadas hacia un estudio de la generalidad de los dorsa, y
muy poco sobre la topografía de algún dorsum en particular o una taxonomía de
los elementos de su relieve.
En
la literatura teórica encontramos una división del relieve de los dorsa en dos
elementos: uno inferior, ancho y poco elevado que se denomina arco, que tiene
una pendiente empinada y otra más suave, y un elemento superior, estrecho,
elevado y escarpado, que se llama cresta, y puede correr sobre uno de los
márgenes del arco (frecuentemente migrando de uno a otro margen) o bien en el
interior del arco en un patrón de que semeja a los escalones de una escalera
caracol, aunque se menciona (al pasar) que puede haber crestas secundarias y
crestas fuera del arco. Y prácticamente nada más. Este esquema es sumamente
útil para analizar la totalidad de los dorsa, que prácticamente se formaron
simultáneamente (en términos geológicos), es sumamente útil para clasificarlos,
es sumamente útil para ayudarnos en la observación, pero no es tan útil si
queremos analizar un dorsum en particular, ya que la gran mayoría de ellos
presentan aspectos intrincados y complejos similares a los de la IMAGE 1, en la
que vemos (según el catálogo de dorsa del LRO Quickmap) 3 dorsa en la mitad
izquierda de la imagen corriendo de oeste a este y paralelos entre sí y 1 dorsa
corriendo de norte a sur en el que los 3 anteriores parecen finalizar. Si
tratáramos de describir la topografía que vemos en la imagen, ¿de cuánta
utilidad nos sería la división topográfica entre arco y cresta? Lo que vemos es
una multiplicidad un poco abrumadora (para una taxonomía) de elementos
topográficos.
Lo
que vamos a analizar a continuación, en imágenes extraídas del libro citado (a
mi entender uno de los mejores atlas lunares), son algunos detalles en la
superficie del elemento inferior de los dorsa, el arco.
1.-ELEVACIONES
SIMILARES A TÚMULOS O MONTÍCULOS
En
IMAGE 1 marcamos lo que parecen ser (yo diría, con bastante certeza) pequeños
montículos o túmulos con la FLECHA 1, al lado de la cresta, mientras que la
FLECHA 2 marca una especie de hondanada (que recuerdo un poco los “saucer” del
suelo de Ptolemaeus), al lado de otro túmulo. Si vemos la IMAGE 2, que es el
relieve de esa parte del arco, la línea del relieve, a grandes trazos, marca la
forma típica de un arco: la pendiente suave es la oeste (izquierda) y la
pendiente abrupta es la este (derecha), en cuyo margen se encuentra la cresta.
Las hondanadas aparecen marcadas, pero no señalan grandes diferencias de
altitud, IMAGE 2 marcaría un panorama mucho más simplificado que la realidad de
la IMAGE 1. Lo que no sabemos es la naturaleza del relieve marcado con la
FLECHA 3 (¿es una cresta secundaria?).
2.-ELEVACIONES
ABRUPTAS (HONDANADAS)
IMAGE
3 muestra otro dorsum de relieve muy complejo, con un arco mucho más estrecho y
tortuoso, al sureste de Eratosthenes. ¿Pueden ver lo que parece un cráter en el
centro del arco? IMAGE 4 es el detalle de la imagen anterior, vemos que hay
sombras en el interior, claramente es una zona de relieve deprimido. ¿Es un
cráter? No lo creo, sobre todo pensando en que las probabilidades de que se
produzca un impacto en el centro del arco son prácticamente nulas,
especialmente porque los dorsa se formaron en un periodo geológicamente
reciente, cuando ya escasean los impactos significativos, y además el contorno
no parece ser el contorno de un cráter. Cuando un dorsum y un cráter “se
encuentran” el dorsum ha modificado un cráter más antiguo. La FLECHA 1 marca el
relieve más extraño, como si fuera una cresta más gruesa de lo ordinario,
paralela a lo que sería la cresta, marcada con la FLECHA 2, que corre por el
margen oeste. Ahora bien, IMAGE 5 es el perfil de relieve de la zona y vemos
algunas características interesantes. Primero, que la cresta (margen oriental,
derecho) es más baja que la elevación más gruesa del margen opuesto y, segundo,
que sí se trata de una zona deprimida dentro del arco, que empieza con la
elevación del margen izquierdo (que lo separa del relieve del mare), luego
viene una hondanada y luego otra elevación que finaliza en el lado opuesto del
mare. Recordemos que en los dorsa hay una diferencia de altura entre las zonas
de mare aledañas a cada margen. Estas hondanadas centrales no son usuales, pero
aparecen a veces en el centro de los arcos, claro que no suelen generar la
pareidolia de un cráter.
3.-ELEVACIONES
EN ESCALERA
IMAGE 6 muestra el segmento sur de Dorsum Heim, al sur de C. Herschel, en la que vemos un arco también muy complejo y con un detalle un poco más común: una especie de elevación secundaria poco alta (que por esto mismo no es una cresta secundaria) que corre paralela a la cresta por el centro del arco. Se puede ver más claramente en la IMAGE 7, que es un detalle de la anterior. Los arcos en principio tendrían un relieve relativamente liso en su pendiente suave, pero a veces se ven pliegues como el escalón de una escalera, cuyo perfil topográfico podemos ver en la IMAGE 8.
A
veces pienso en si no serán necesarios nuevos términos topográficos para
nombrar los detalles del relieve lunar que aparecen en imágenes tan detalladas
como las que tomamos prestadas de nuestro admirado Kwok y que no son accesibles
para la observación visual. Quizás la nomenclatura lunar actual tiene un
desfasaje y debería adecuarse a lo que pueden captar las sondas en órbita lunar
y las cámaras modernas desde Tierra. Los términos importan, ya que facilitan la
comunicación de lo que se observa (imaginen tener que describir el sistema de
rayos brillantes de Kepler, por ejemplo, sin poseer el término “rayo
brillante”). Y no conocer lo que se observa condiciona la observación (yo nunca
me percaté de Reiner Gamma hasta que me enteré de su existencia), la falta de
un término (que no es más que la denominación de un concepto) hace que sea
fácil pasar por alto los detalles de una formación geológica, la observación se
construye tanto con los datos sensoriales como con los conceptos teóricos
adquiridos previamente. Un ejemplo de
posible nuevo término sería “gradiente” para denominar a esas elevaciones no
muy pronunciadas similares a un escalón dentro del arco, que marcamos
anteriormente. También es cierto que un análisis muy detallado termina siendo
abrumador, como esos viejos mapas de finales del siglo XIX. Lo cierto es que
cada vez tenemos más detalles de la superficie lunar a nuestra disposición.
IMAGES 1, 3, 4, 6, 7: Photographic Lunar Atlas for
Moon Observers by Kwok Pau.
1: Volume 2, page 58. 3/4: Volume 1, page 462. 6/7:
Volume 2, page 248.
IMAGES 2, 5, 8: LROC Quickmap.
lunes, 23 de junio de 2025
LAS CRESTAS DE DORSA GEIKIE Y DORSA MAWSON
Les
aseguro que los 2 dorsa que vemos en IMAGE 1, en Mare Fecunditatis, eran un
gran espectáculo cuando los observé en colongitud 123.8º. Pero cuando hice el
dibujo basado en el croquis de mi cuaderno de observación me pareció,
justificadamente, que el dibujo no era preciso, lo que me llevó postergar a
compartir aquí la observación. A esta postergación sumó también que al otro día
de la observación identifiqué que los dorsa que había observado eran bastante
conocidos, Dorsa Geikie y Dorsa Mawson. Pero, uno le toma cariño a los croquis,
así que pensé en sacar provecho de IMAGE 1 tratando de identificar las zonas
brillantes que allí se observan, usando (una vez más) el Photographic Lunar
Atlas for Moon Observers de Kwok C. Pau. Las zonas brillantes que se observan
visualmente en los márgenes (o en el interior) de los dorsa en principio son el
componente superior de la topografía de estos accidentes selenográficos
(estrechos y altos). IMAGE 2 está formada por la IMAGE 1 y una imagen extraída
de la página 78 del Volumen 1 del Atlas citado. Las flechas 1 a 3 marcan las
crestas del margen este de Dorsa Geikie, muy prominentes (y muy complejas, si
vemos la foto de Kwok). Las otras zonas brillantes son de más difícil
identificación. La flecha 4 indica una zona brillante (que parecía una cresta)
en lo que parecía un dorsum intermedio entre Geikie y Mawson, pero que en la
imagen más detallada de Kwok es de más difícil identificación. La flecha 5
marca una zona brillante en la bifurcación que aparece en la zona norte de
Dorsa Mawson. Con el signo de interrogación marcamos lo que en IMAGE 1 parece
ser la cresta corriendo por el margen este, mientras que en la imagen de Kwok
la cresta corre por el margen oeste “en echelon”, o sea con el patrón de los
escalones de una escalera caracol (en formación escalonada). También puede
tratarse de una cresta secundaria que corre por el margen opuesto a la cresta
principal, lo que sucede en no pocos dorsa.
Name
and location of observer: Alberto Anunziato (Paraná, Argentina).
Name
of feature: DORSA GEIKIE AND MAWSON
Date
and time (UT) of observation: 2025-01-17 05.05-05.30.
Size
and type of telescope used: 105 mm. Maksutov-Cassegrain
(Meade EX 105) .
Magnification:
154X
martes, 17 de junio de 2025
Ptolomeo, Alfonso y Arzachel: Crónicas de piedra en el corazón de la Luna
Por Marcelo Mojica- Club de Astronomía Icarus
Hay noches en las que el alma necesita mirar hacia
arriba. En ese inmenso océano de negrura salpicado de luces, la Luna se alza
como un archivo fósil del sistema solar, una crónica de impactos, fuegos
internos y silencio cósmico. No hay rincón de su superficie que no cuente una
historia, pero hay lugares donde esas historias alcanzan una intensidad
especial. En el altiplano lunar, en la región central sur, tres cráteres se
destacan como monumentos inmortales: Ptolomeo, Alfonso y Arzachel.
Juntos componen un mosaico geológico de enorme belleza y significado
científico. Fig.1.
La ubicación
privilegiada: entre la historia y la geometría lunar
Estos tres cráteres se sitúan justo al sur del Mare
Nubium y del Mare Imbrium, en una zona montañosa, accidentada y llena de
historia lunar. Están alineados en dirección norte-sur en una disposición casi
perfecta, que los convierte en una referencia icónica para cualquier astrónomo
aficionado.
- Ptolomeo
(Ptolemaeus):
9.3° S, 1.9° W
- Alfonso
(Alphonsus):
13.4° S, 3.2° W
- Arzachel: 18.2° S, 1.9° W
Esta alineación los convierte en una de las
formaciones más fotogénicas del altiplano. Son visibles con gran claridad entre
los días 6 y 8 del ciclo lunar (primer cuarto), cuando la luz del Sol
incide en un ángulo bajo y resalta las sombras de sus muros y terrazas. También
pueden observarse de nuevo, con sombras invertidas, entre los días 21 y 23
del ciclo, cerca del último cuarto. [1]
Fig
1. Imagen obtenida con un telescopio Maksutov de 90mm y una focal F/1250mm.
19/ene/2024
Ptolomeo: La
reliquia del tiempo lunar
Ptolomeo es el mayor y más antiguo de los tres. Con un
diámetro de 154 km, es un cráter de impacto del periodo Nectárico,
formado hace más de 3.9 mil millones de años. Su apariencia actual es el
resultado de una erosión lenta pero constante, que lo ha transformado en un
relicario lunar.
- Profundidad: apenas
2.4 km, debido a que su fondo fue cubierto por lavas basálticas que
suavizaron su relieve original.
- Morfología: el borde
norte está colapsado, y el sur muestra múltiples impactos secundarios. El
fondo, plano y oscuro, presenta cráteres secundarios como Ammonius
(9 km), que se formó posteriormente.
- Sin pico central, lo que
indica un colapso posterior al impacto original.
Ptolomeo se destaca por ser un “cráter fantasma”,
es decir, su contorno es tan degradado que parece más una mancha oscura en la
Luna que una depresión real. Su interior, sin terrazas ni pico central, puede
parecer simple al principio, pero bajo buena óptica revela grietas, relieves y
estructuras menores que delatan su vejez.
Este cráter es ideal para observar con telescopios de 100
mm de apertura o más. Con un Mak de 150 mm a 500x, los sutiles
detalles topográficos se hacen tan presentes que el observador puede sentir que
está sobrevolando el terreno. [2]
Alfonso: El
cráter que respira misterio
Alphonsus es un cráter del periodo Imbriense,
más joven que Ptolomeo. Su diámetro de 118 km lo convierte en una
estructura importante, pero es su interior lo que realmente fascina a los
astrónomos.
- Profundidad: alrededor de 2.7 km.
- Pico central bien definido, rodeado
por una serie de fisuras radiales y domos bajos.
- En su fondo se observan oscuros depósitos piroclásticos, que
han llevado a teorizar sobre posible actividad volcánica residual.
Pero lo que hace único a Alfonso es su conexión con
los Fenómenos Lunares Transitorios (TLPs). Desde mediados del siglo XX,
varios astrónomos —entre ellos el equipo de Kozyrev en 1958— reportaron brillos,
nubes y destellos de color rojizo en su interior. Kozyrev llegó a
fotografiar lo que interpretó como una nube de gas. Estas observaciones
llevaron a que, durante el programa Apolo, se lo incluyera en la lista de zonas
de posible interés para la detección de actividad lunar reciente.
Hoy se cree que estos fenómenos pueden deberse a
desgasificaciones menores, liberación de radón o incluso al impacto de
micrometeoritos. No obstante, el aura de misterio persiste. Observar Alfonso
bajo buenos aumentos es como abrir un libro antiguo con páginas sin traducir.
[3]
Además, es uno de los mejores ejemplos para estudiar la
transición entre impactos y volcanismo lunar, ya que presenta
características de ambos procesos. A través de un Maksutov de 150 mm,
pueden apreciarse las grietas y depresiones con un realismo asombroso.
Arzachel:
Juventud y violencia congeladas en piedra
Arzachel, el más joven y estructuralmente imponente
del trío, posee un diámetro de 96 km y una profundidad de 3.6 km,
lo que lo convierte en un cráter de libro de texto.
- Periodo de formación: Eratosteniano,
alrededor de 3.2 mil millones de años.
- Terrazas internas marcadas,
resultado de deslizamientos durante el colapso de las paredes tras el
impacto.
- Pico central elevado, de unos
1.5 km de altura.
- El suelo presenta fracturas, indicativas de relajación
estructural y de enfriamiento de lava posterior.
Arzachel es un favorito entre los astrofotógrafos por
su contraste visual. Su estructura tridimensional se resalta magníficamente con
iluminación lateral. Además, su cercanía a la cadena de montañas llamada Montes
Riphaeus y a la rima de Alphonsus aumenta su valor paisajístico.
Es uno de los pocos cráteres en los que los detalles
estructurales menores —como microcráteres, fracturas y terrazas— pueden
apreciarse con claridad, incluso a 300x de aumento. Con telescopios
grandes, su contemplación produce una fuerte impresión: no es solo una forma,
es un evento congelado. [4]
Instrumentos y
experiencia observacional
Muchos se sorprenden al saber que este trío puede
observarse con un telescopio modesto. Un refractor de 60 mm de apertura
es suficiente para distinguir sus contornos y ubicar su alineación. Pero para
acceder a los detalles finos —las grietas de Alfonso, las terrazas de Arzachel,
los cráteres menores dentro de Ptolomeo— se recomienda al menos un refractor
de 100 mm o un Maksutov de 90 mm.
La experiencia se transforma completamente con un Mak
de 150 mm, un instrumento que puede alcanzar con facilidad los 500
aumentos bajo cielos estables. En esas condiciones, las estructuras saltan
a la vista con una nitidez que corta la respiración. Ver las paredes de
Arzachel o el pequeño cráter Ammonius en Ptolomeo a ese nivel es un viaje
visual en el tiempo, hacia los días en que los meteoritos llovían sobre la Luna
con furia primordial.
De volcanes a
impactos: evolución del conocimiento
En 1874, los astrónomos James Nasmyth y James
Carpenter publicaron el bellísimo libro “The Moon: Considered as a
Planet, a World, and a Satellite”. En él, sostenían que la mayoría de los
cráteres lunares eran de origen volcánico, comparándolos con calderas
terrestres. Esta hipótesis predominó durante décadas.
Hoy sabemos que más del 95% de los cráteres lunares
son producto de impactos, no de volcanismo. Pero el error de Nasmyth y
Carpenter es comprensible. En aquel entonces, los impactos masivos no eran una
idea aceptada por la geología. De hecho, fue solo con las misiones Apolo y los
estudios posteriores que se confirmó el origen violento de la mayoría de las
estructuras lunares.
Curiosamente, Alfonso es uno de los pocos cráteres que
sí muestran señales de actividad volcánica secundaria, lo que en cierta
forma reivindica parcialmente aquella antigua hipótesis.
Veamos un poco de este libro:
“La porción de la superficie lunar comprendida dentro de los límites de
esta ilustración, al estar situada casi en el centro del disco lunar, está en
una posición muy favorable para revelar la multitud de características y
detalles interesantes que allí se representan. Consisten en todo tipo de
cráteres volcánicos, desde «Ptolomeo», cuya vasta muralla tiene ochenta y seis
millas de diámetro, hasta aquellos cuyas dimensiones son, comparativamente, tan
diminutas que los sitúan en los límites extremos de la visibilidad
Alphons y Arzachael, dos de los siguientes cráteres
más grandes en nuestra ilustración, situados inmediatamente encima de Ptolomeo,
tienen un diámetro de sesenta y ochenta kilómetros respectivamente, y poseen,
en un grado notable, todos los rasgos característicos distintivos de los
cráteres lunares, con magníficos conos centrales, elevadas murallas
irregulares, junto con manifestaciones muy llamativas de formaciones de
deslizamientos de tierra, como las que aparecen en las grandes terrazas
segmentarias dentro de sus murallas, junto con varios cráteres menores
interpolados en su meseta. "Alphons", el cráter central de este
magnífico grupo, se distingue especialmente por varias grietas o abismos de una
milla de ancho, cuya dirección o rumbo coincide de forma notable con otras
grietas similares que forman rasgos notables entre la multitud de detalles
interesantes comprendidos en nuestra ilustración. El más notable de estos es un
enorme acantilado recto que recorre el diámetro de una formación circular de
cresta baja, que se ve en la esquina superior derecha de nuestra lámina. Este gran
acantilado tiene sesenta millas de largo y entre 1000 y 2000 pies de altura; es
un objeto bien conocido por los observadores lunares y se le ha denominado
"El Ferrocarril" debido a su rectitud, como lo revela la distintiva
sombra que proyecta sobre la meseta al observarse desde el amanecer.”
Sin embargo, aún hay algo mucho más fascinante en su
trabajo, y es lo que hicieron para obtener las láminas de su libro, veamos un
poco más…
“Para presentar estas ilustraciones con la mayor
aproximación posible a la integridad absoluta de los objetos originales, se nos
ocurrió la idea de que al convertir los dibujos en modelos que, al colocarlos
bajo los rayos del sol, reprodujeran fielmente los efectos lunares de luz y
sombra, y luego fotografiar los modelos así tratados, produciríamos
representaciones muy fieles del original. El resultado fue en todos los
sentidos muy satisfactorio y ha producido imágenes de los detalles de la
superficie lunar que confiamos plenamente en presentar a aquellos de nuestros
lectores que hayan realizado un estudio especial sobre el tema. Se espera que
aquellos que no hayan tenido la oportunidad de familiarizarse íntimamente con
los detalles de la superficie lunar puedan hacerlo con la ayuda de estas
ilustraciones.” Fig.2. [5]
Fig
2. Fotografía del modelo realizado por Nasmyth y Carpenter
Reflexión
final: escuchar la Luna
Observar los cráteres Ptolomeo, Alfonso y Arzachel es
más que una actividad astronómica. Es una forma de conectar con las heridas más
antiguas del sistema solar. Es sentir el eco de cataclismos pasados que
moldearon un mundo sin atmósfera, sin viento, sin olvido.
Son cicatrices bellas, silenciosas, eternas. Bajo la
óptica precisa y con el corazón abierto, estos cráteres no son solo relieves:
son monumentos a la resistencia, a la memoria y al asombro.
Quien se detiene a observarlos con paciencia y respeto
no vuelve igual. Porque en la superficie de la Luna, también uno encuentra las
huellas de sí mismo.
Bibliografía
1. Virtual Moon Atlas V8.2. Freeware
2. https://es.wikipedia.org/wiki/Ptolemaeus_(cr%C3%A1ter)
3. https://es.wikipedia.org/wiki/Alphonsus
4. https://es.wikipedia.org/wiki/Arzachel_(cr%C3%A1ter)
5. “The Moon: Considered as a Planet, a World,
and a Satellite”, 1874. Second Edition, James Nasmyth y James Carpenter.
lunes, 9 de junio de 2025
Johannes Walther y el misterio de los cráteres lunares: una mirada temprana al origen de los relieves lunares
(Marcelo Mojica. Club de Astronomía Icarus)
A
principios del siglo XX, cuando la astronomía observacional aún dependía en
gran parte de telescopios ópticos y el dibujo a mano era una herramienta
científica esencial, el geólogo y sedimentólogo alemán Johannes Walther
contribuyó con una mirada particular sobre la superficie de la Luna. Su
interpretación de los cráteres lunares, aunque acertada en parte, también
contenía errores que hoy ofrecen una ventana fascinante al desarrollo del
pensamiento científico sobre nuestro satélite natural.
Walther
fue uno de los primeros científicos en proponer que los cráteres lunares no
eran de origen volcánico, como muchos de sus contemporáneos creían, sino que
habían sido formados por impactos de cuerpos celestes. Esta hipótesis, que hoy
es el consenso científico, representaba en su tiempo una visión audaz y
progresista. El argumento de Walther se basaba en la morfología de los
cráteres: su forma circular, la simetría de sus paredes y el material eyectado
que los rodea. Estas características, argumentaba, coincidían más con los
efectos de una colisión violenta que con procesos volcánicos internos. [1]
Sin
embargo, su trabajo también ilustra cómo incluso las ideas más avanzadas pueden
verse limitadas por la tecnología o la información disponible en un momento
dado. En una de sus ilustraciones más conocidas, Walther presenta un dibujo
detallado de la región sur de la Luna, en el que intenta identificar los
principales cráteres visibles. Aquí es donde comete un error que ha llamado la
atención de historiadores y astrónomos por igual: identifica erróneamente el
prominente cráter Clavius como Cuvier. Fig.1
Fig. 1 Walther, 1908 publicó
un dibujo de un "cerro anular" de la luna (Originalmente de Gilbert,
1893: Bull. Phil. Soc. Washington; vol XII, Pl. 2). Es la estructura "Cuvier"
con un diámetro de 228 km y una profundidad de 3000 metros.
Este
error de identificación puede parecer menor desde la perspectiva actual, pero
pone en evidencia las dificultades que enfrentaban los científicos al trabajar
con observaciones telescópicas limitadas. Clavius, uno de los cráteres más
grandes de la Luna y fácilmente reconocible por su forma circular y los
cráteres más pequeños que se alinean dentro de él, es una estructura de
referencia en cualquier mapa lunar moderno. Cuvier, en contraste, es un cráter
más pequeño y menos prominente. La confusión probablemente surgió por la
orientación del dibujo o una interpretación errónea de las proporciones
observadas.
En
el presente artículo se muestran imágenes actuales de ambos cráteres, Fig.2, tomadas
del Virtual Moon Atlas V8.2, junto con el dibujo original de Walther. Esta
comparación revela con claridad tanto la agudeza de sus observaciones como los
límites de su exactitud. Aunque se equivocó en la identificación específica, el
trazo del dibujo sugiere un conocimiento detallado de la superficie lunar,
dentro de los márgenes que le permitía su tecnología. [2]
Fig.2 Se
observa, superpuesto sobre el mapa del Virtual Moon Atlas, el dibujo de
Walther, evidenciándose que el cráter dibujado es Clavius y no Cuvier
El
legado de Johannes Walther en la ciencia lunar no radica solamente en su error,
sino más bien en su disposición a cuestionar teorías establecidas. Su hipótesis
sobre el origen por colisión de los cráteres fue pionera y, aunque no fue adoptada
de inmediato, sembró una semilla que más tarde germinaría con el desarrollo de
la geología planetaria en el siglo XX.
Hoy,
gracias a las misiones espaciales y a la disponibilidad de imágenes de alta
resolución, podemos identificar con precisión estructuras como Clavius y
Cuvier. Sin embargo, es fundamental recordar que estos avances fueron posibles
gracias a generaciones de científicos como Walther, que se atrevieron a mirar
la Luna no solo con los ojos, sino con una mente abierta al cambio de paradigmas.
Bibliografia
1.
https://www.geovirtual2.cl/geoliteratur/Walther/013CerroLuna-Walther.htm
2.
Virtual Atlas of the Moon V8.2.
Freeware
viernes, 6 de junio de 2025
PIAZZI SMYTH V, UN CURIOSO CRÁTER OBLICUO
Traducción
del texto aparecido en la edición de junio 2025 de “The Lunar Observer”
IMAGE
1 es una imagen vieja que me es muy querida, ya que abarca un panorama
sumamente variado de accidentes selenográficos y fue obtenida con un gran
instrumento. Ya la hemos utilizado en muchas ocasiones, pero recién ahora me
percaté de lo que se ve en el detalle en su parte superior. Sabemos que buena
parte de los cráteres lunares derivan de impactos oblicuos, en un ángulo muy
bajo. No hay mucho desarrollo teórico sobre similitudes y diferencias entre los
cráteres oblicuos y la única lista de cráteres oblicuos que conozco es la que
se encuentra en https://the-moon.us/wiki/Oblique_Impact_Craters.
Mi primera impresión al descubrir el extraño accidente selenográfico es que
podía ser una grieta de forma singular, lo que alentó mi sentido de
descubrimiento (¿sería algún tipo de accidente volcánico?), pero cuando
descubrí la iMAGE 2, que es un detalle de la imagen que aparece en la página 10
del Tomo 2 de Photographic Lunar Atlas for Moon Observers de Kwok Pau, donde
parece un cráter muy elongado, así que recurrí a la lista que citamos más
adelante. En dicha web se lo
denomina, con bastante acierto, “Mini-Schiller”: “Aproximadamente a mitad de
camino entre los cráteres Piazzi Smyth y Kirch (en Mare Imbrium) se encuentra
el cráter satélite Piazzi Smyth V, que tiene una notable apariencia alargada
similar a la de "Schiller" con una curiosa "espina" central
en su suelo”. Por eso es que
recurrí al Lunar Reconnaissance Orbiter Quickmap, con el que obtuve la IMAGE 3.
Piazzi Smyth V tiene 7 kms de diámetro en su eje largo y 3.5 kms en su eje
corto. Sin dudas, la espina central es sumamente singular, corre de noroeste a
sureste y abarca si todo el suelo, aunque parece desviarse al sureste (aunque
también podría ser un desmoronamiento de la pared sureste), y además si bien es
bastante conspicua no es muy elevada, como vemos en perfil de relieve en la
IMAGE 4 (izquierda).
Es interesante hacer una comparación con otros
cráteres oblicuos que tienen una elevación, cresta o espina central. En primer
lugar, con Schiller (obviamente), que tiene elevación central pero que no corre
en toda la extensión del suelo del cráter, solamente parte de la mitad
occidental, y está separada en dos segmentos (IMAGE 4, centro). La elevación
central corre en la parte más rugosa del suelo, mientras que el centro y la
parte oriental del suelo de Schiller han sido modificados por la lava. Piazzi
Smyth V tiene una elevación central que abarca todo el suelo. Es probable que
Piazzi Smyth V, siendo un cráter mucho más reciente, tenga la forma que tenía
el mucho más antiguo Schiller en sus primeros tiempos. El otro cráter
reconocido por tener una cresta central es Heraclitus (IMAGE 4, derecha).
Generalmente se considera que Heraclitus fue muy modificado por los impactos
posteriores (o incluso ni siquiera es un cráter, sino una pareidolia de cráter
formada por impactos sucesivos). También esto se ha dicho de Schiller, aunque
hoy se considera sin dudas que Schiller es producto de un impacto oblicuo. La
espina central de Heraclitus puede no ser tal, sino un remanente de topografía
precedente, mientras que la espina central de Schiller podría ser lo que ha quedado
de la espina original. Y Piazzi Smyth V sería una muestra de lo que fue la
espina central original de Schiller. El perfil de relieve de los tres cráteres
es bastante similar, quizás el de Heraclitus es diferente, con una elevación
central más marcada (quizás porque la espina central de Heraclitus no es tal
sino una pared de un cráter más antiguo).
Ahora bien, ¿cuál sería la causa de esta elevación
central alargada, de la que Piazzi Smyth sería el ejemplo más conspicuo?
Notamos que es muy poco elevada, aunque visualmente parece más alta de lo que
es. Los picos centrales de los cráteres redondos son producto del rebote de la
corteza en el impacto. No sé mucho sobre la dinámica de los impactos, pero en
principio podríamos pensar que los impactos muy oblicuos generarían estas
elevaciones alargadas, pero también que los cráteres alargados derivan su forma
del arrastre, por lo que más bien generarían una especie de cauce ancho. Me
parece una pregunta interesante para hacerla a un experto, lo que los
aficionados podemos hacer es buscar más cráteres parecidos a Piazzi Smyth V.
IMAGE 1:
Name and location of observer: Alberto Anunziato (Oro
Verde, Argentina, SLA).
Name of feature: Vallis Alpis.
Date and time (UT) of observation: 09-10-2016-23:12.
Size and type of telescope used: 279mm SCT (Celestron 11" Edge HD)
Medium employed (for photos and electronic
images): QHY5-II.
IMAGE 2: Photographic Lunar Atlas for Moon Observers
by Kwok Pau
IMAGE 3/ 4: LROC Quickmap.