Publicado
en el Suplemento “Domingo” del Diario Uno de Paraná el 3 de julio de 2016.
Nos
encontramos en el año 1958. El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética había
lanzado el Sputnik I, el primer satélite artificial, el primer objeto humano en
el espacio. Era el inicio de la carrera espacial, que tendría a Estados Unidos
como cómodo segundo hasta que en 1969 dio el golpe maestro llevando 3 hombres a
la Luna. Pero el lanzamiento del Sputnik tuvo un efecto inesperado: la
astronomía norteamericana, hasta entonces muy relegada frente a otras ciencias
duras como la geología y la física, comenzó a recibir un apoyo enorme y
sostenido.
En
1958 el debate sobre el origen de los cráteres y de las llanuras basálticas
llamadas “mares” parecía saldado. La teoría que sostenía que el origen de los
cráteres eran impactos de meteoritos, y que los impactos más grandes habían
originado las erupciones de lava que constituyen, ya fría y solidificada, los “mares”,
se había impuesto a partir de 1949 con el libro de Ralph Baldwin “The face of
the moon”. La teoría minoritaria, que años antes había sido la mayoritaria,
sostenía que los cráteres y los mares tenían origen volcánico. Ambas teorías
coincidían en que el paisaje lunar estaba inactivo desde hace miles de millones
de años.
Hasta
que el astrónomo soviético Nikolai Kozyrev pateó el tablero el 3 de noviembre
de 1958. Registró evidencias espectográficas de una erupción volcánica en el
cráter Alphonsus, no de una erupción antigua… sino de una erupción que estaba
aconteciendo mientras se la observaba. El mundo se enteró el 12 de noviembre
por la agencia Tass que la Luna no era un cuerpo geológicamente muerto. Los
medios occidentales, desde el New York Times hasta la mítica Sky and Telescope,
difundieron la increíble noticia. El paradigma del origen de los cráteres por
impactos meteoríticos tambaleaba poco tiempo después de haber vencido.
Kozyrev
había utilizado el telescopio de 50 pulgadas ubicado en Crimea para realizar
espectrografías de la Luna y al encontrar un brillo rojizo en Alphonsus realizó
una placa en la que aparecía una intensa emisión en la banda del carbón
molecular en la zona del pico central del cráter, lo que es compatible con una
erupción volcánica en curso. En 1958 muchos astrónomos creían posible que
hubiera actividad volcánica contemporánea en la Luna y la placa de Kozyrev
parecía darles la razón.
El
gran antagonista del soviético Kozyrev en esta historia es un holandés radicado
en EEUU y uno de los más grandes científicos planetarios de todos los tiempos,
Gerard Kuiper. Kuiper lideraba la investigación lunar desde el Observatorio
Yerkes de la Universidad de Chicago. La importancia del conocimiento de la
superficie lunar era indispensable para llegar al primer objetivo factible de
la competición con los soviéticos.
Kuiper
comienza su investigación. Primero plantea dudas sobre el telescopio de
Kozyrev, pero pronto le hacen saber que el telescopio era el que los soviéticos
se habían llevado tras la II Guerra
Mundial del Observatorio de Berlín y era uno de los mejores del mundo. Luego
sus dudas se dirigen a la personalidad del observador. Kozyrev había pasado 12
años (1936-1948) en los campos de concentración de Stalin y luego había sido
rehabilitado en su puesto en el Observatorio de Pulkovo en Leningrado. ¿Cuál
era su rol en la astronomía soviética? Recogió opiniones encontradas entre los
astrónomos soviéticos con los que pudo contactar: algunos lo consideraban un
gran astrónomo, otros un marginal. Kuiper sabía las terribles presiones y
peligros que sufrían los científicos soviéticos, de hecho el término
“lysenkoísmo”, que define la sumisión de la ciencia a la política, proviene del
científico estrella de Stalin, Trofim Lysenko. Ante la duda, Kuiper llega a la
conclusión de que Kozyrev era un paria en el ámbito científico que trataba de
llamar la atención con un descubrimiento falso, descubrimiento al que no había
que darle importancia para no desviar la investigación lunar persiguiendo
cambios geológicos recientes. Kuiper incluso usó sus investigaciones sobre la
astronomía soviética para realizar informes periódicos a la CIA sobre las
posibilidades de la URSS en la carrera espacial. El tema no era menor: la
primera sonda en pasar cerca de la Luna (Lunik 1) y la primera en impactar en
ella (Lunik 2) fueron soviéticas y ambas en 1959.
Kuiper,
sin embargo, era ante todo un científico y si bien persistió en su negativa a
aceptar la espectografía de Kozyrev mientras hubiera una duda razonable, pronto
cambiaría de opinión. Con la sombra de la guerra un poco más amenazante luego
de que los soviéticos derribaran en su espacio aéreo un avión espía
norteamericano y exhibieran a su piloto Gary Powers en mayo de 1960, en
diciembre de ese año se celebró en Leningrado la Conferencia sobre
Investigación Lunar de la Unión Astronómica Internacional. Una ocasión única
para el diálogo entre científicos de los bloques antagónicos, entre ellos
Kuiper y Kozyrev-aunque Kuiper maniobró por todos los medios para que Kozyrev
no fuera invitado. El 8 de diciembre fue la conferencia en que Kozyrev expuso
sobre su observación. Luego de su conferencia los disertantes fueron los
astrónomos del Observatorio de Leningrado Kalinyak y Kamionko, quienes
ofrecieron una explicación alternativa a la de Kozyrev: la espectrografía
mostraba gases fríos provenientes de una desgasificación natural y no gases
calientes de un volcán. Luego Kozyrev exhibió a todos, incluido Kuiper, sus
placas. Kuiper admitió su error: no había fraude o error, las placas eran
auténticas. Claro que la explicación de Kalinyak y Kamionko encajaba con el
modelo de una luna sin volcanes activos que propugnaba Kuiper-y que hoy sabemos
que es verdadero. Ahora la observación de Kozyrev no era tan peligrosa y Kuiper
se dio el lujo de juzgarla imparcialmente. A partir de ese momento, Kuiper sacó
del “índex” la investigación de lo que conocemos como “fenómenos lunares
transitorios”, al considerar posibles pequeños cambios en la geología lunar,
más relacionados con afloramientos de gas (que luego fueron confirmados por
distintas sondas espaciales) y no con vulcanismo activo.
Hoy
sabemos un poco más, gracias a la carrera espacial entre URSS y EEUU, sobre la
Luna. La mayoría de los cráteres se formaron por impactos meteoríticos, pero hay
muchas muestras en el paisaje lunar de formaciones relacionadas con antiguo
vulcanismo. La existencia de vulcanismo residual es una de los grandes
incógnitas de los estudios lunares, así como la relación entre los “fenómenos
lunares transitorios” con los afloramientos esporádicos de gas que las sondas
espacial han comprobado (y que explicarían la espectografía de Kozyrev).
Todavía
no se ha podido desechar como un fraude la observación de Kozyrev. Pero tampoco
se volvió a obtener una muestra espectográfica de un cambio en la superficie
lunar. La observación ha quedado como una singularidad y también como un
misterio. Es una muestra de lo que el famoso epistemologo Thomas Kuhn considera
una “anomalía”. La ciencia no avanza acumulativamente, no hay un progreso
indefinido hacia la verdad de una ciencia objetiva y desligada de todo
condicionamiento externo. La ciencia avanza mediante la sustitución de un
paradigma científico por otro. Esta revolución se da cuando se ha acumulado un
número de anomalías tan grande que se produce una crisis. En este caso, la
anomalía detectada por Kozyrev-una supuesta prueba de volcanes en la Luna-no
tuvo la entidad suficiente como para poner en crisis el paradigma de la
formación de los cráteres lunares por impactos de meteoritos. Y sigue ahí, como
una singularidad misteriosa.
Pero
la reacción de Kuiper es una perfecta ilustración de la explicación histórica
de las revoluciones científicas de Kuhn-tan resistida por el positivismo
ingenuo de muchos científicos. Las maquinaciones de Kuiper son una ilustración
del concepto de “inseguridad profesional marcada” que provoca una anomalía y la
aceptación de la espectrografía como válida cuando se encontró una explicación
que no implicaba el vulcanismo muestra como la observación y la experimentación
son guiadas por el paradigma en que se generan y no por la búsqueda
desinteresada de una verdad atemporal.
La
ciencia progresa, un hecho que no se puede discutir, pero sus caminos son tan
complicados y extraños como todo lo que hace el hombre.
El
cráter del centro del costado derecho es Alphonsus. Kozyrev pensó que en su
centro había un volcán activo. Imagen tomada por los Observadores Lunares de la
Asociación Entrerriana de Astronomía.
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