Alberto
Anunziato (Sociedad Lunar Argentina)
sociedadlunarargentina@gmail.com
Las
misiones Apolo eran intrínsecamente peligrosas, y la que llevaría a los
primeros hombres a pisar la superficie de la Luna (Apolo 11) agregaba los
peligros inherentes al descenso a la Luna y al ascenso hacia el módulo de
comando y servicio que los llevaría de vuelta a la Tierra. Recordemos que
mientras Michael Collins orbitaba la Luna, el módulo lunar “Eagle” se desprendería
del módulo de comando y servicio y descendería hacia la Luna. Esa fase era una
de las más angustiantes, porque no había mucho margen de error, ya que el
combustible para la maniobra era poco. Para colmo, Neil Armstrong estuvo
literalmente a una fracción de segundo de la muerte cuando entrenaba con el
modulo luna, en Tierra, y logró eyectarse poco antes de chocar, para luego casi
caer con su paracaídas sobre el módulo ardiendo. Cuando el “Eagle” inició su descenso en piloto
automático, Amstrong se percató de que el sitio de alunizaje programado era muy
rocoso y que la maniobra sería demasiado peligrosa, por lo que tomó el control
y llevó la nave a una zona más lejana pero más lisa, aunque eso implicó gastar
más combustible y llegar al límite después del cual un eventual aborto del
alunizaje sería imposible. Riesgo
superado.
Buena
parte de las casi 5 horas que pasaron Armstrong y Aldrin en la Luna
transcurrieron en el estrechísimo módulo, horas más incómodas todavía por los
trajes espaciales. Los roces eran constantes. Buzz Aldrin vio algo que llamó su
atención. Se trataba de un interruptor, tirado en el piso. Pero no cualquier
interruptor, en ineludible aplicación de las leyes de Murphy, era el
interruptor del sistema de ignición de los cohetes que llevarían al módulo de
alunizaje desde la superficie lunar al módulo de servicio y comando para poder
regresar a la Tierra. La aventura humana más lejana podía terminar en tragedia
por un simple interruptor. Buzz Aldrin cuenta en su libro “Return to Earth”,
publicado en 1973 como reparó la falta del interruptor: “Como era un circuito
eléctrico, decidí no tocarlo con el dedo ni usar nada que fuera metálico …
tenía un rotulador en uno de los bolsillos de mi traje… después de postergar el
procedimiento de cuenta atrás por un par de horas para el caso de que no
funcionara, inserté un rotulador en el pequeño orificio en el que faltaba el
interruptor, y apreté. Funcionó. Finalmente, podríamos despegar de la Luna”. Un
simple rotulador, un marcador, una fibra, salvó a los dos astronautas de una
muerte atroz y segura, ya que el módulo de servicio piloteado por Collins no
podía descender a ayudarlos. La anécdota del rotulador-no fue una lapicera,
como incorrectamente se la menciona por confusión entre “pen” (lapicera) y
“felt tipped pen” (rotulador)- no fue mencionada en la inmensidad de libros que
se publicaron luego del 20 de julio de 1969, la NASA parece haber ejercido una
censura incomprensible sobre la falla. La develó Aldrin en su libro, ya con una
relación conflictiva con la NASA. Decimos incomprensible, porque la sangre fría
de estos dos héroes se aprecia claramente en solucionar un problema nimio pero
en que les iba la vida.
Aparte
“Crónicas
lunares” es una serie de artículos de divulgación que forma parte del programa
“La Luna y nosotros”, destinado a celebrar los 50 años del alunizaje del Apolo
XI y la llegada del hombre a la Luna y organizado por la Sociedad Lunar
Argentina (SLA). Contactate con nosotros para unirte a nuestras actividades,
enviando un email a sociedadlunarargentina@gmail.com
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