Por Alberto Anunziato
Traducción del texto aparecido en la edición de diciembre
2025 de “The Lunar Observer”
En el número anterior de The Lunar Observer publicamos un
dossier sobre la meseta de Aristarchus en la sección Focus On, y nos referíamos
a la larga tradición que consideró por mucho tiempo que Aristarchus era un
volcán activo (con varias erupciones reportadas, la más conocida es la de
Herschel). Me pareció interesante rastrear el origen de esta concepción
volcánica de un lugar de la Luna que (al fin de cuentas) es la región volcánica
por excelencia. El origen está en el primer autor que escribió sobre
Aristarchus en el primer texto astronómico con una descripción sistemática de
la Luna: “Selenographia” del polaco Johannes Hevelius, publicado en 1647. Para
ello intentamos una traducción del capítulo 23, en el que se discurre sobre
Aristarchus, al que Hevelius consideró una montaña y la llamó Mons Porphyrites.
La descripción de Aristarchus es funcional en Hevelius
para demostrar su tesis de que las montañas lunares varían en su composición
(habían pasado pocos años y observaciones desde la primera observación
galileana). Partiendo de que la Luna era similar a la Tierra, trató de suplir
con inferencias derivadas de ese paralelismo los datos que le faltaban. Las
similitudes con la Tierra explican la tesis central del capítulo 23 (que es el
que intentamos traducir): las peculiaridades de Aristarchus (o Mons Porphyrites)
la hacen distinta como montaña de las demás montañas lunares. Si vemos la
nomenclatura de Hevelius en su mapa de la cara visible (IMAGE 1), en realidad
Hevelius se refiere la meseta de Aristarchus con el nombre de Mons Porphyrites
(nosotros usamos la nomenclatura de Ewn Whitaker, y por eso nos referimos a
Aristarchus y no Aristarchus Plateau, como quizás sería mejor). El rasgo que
más impresiona a Hevelius como diferente de Aristarchus Plateau respecto a
otras montañas lunares es su color entre dorado y rojo intenso, que otros
observadores han confirmado posteriormente (en las imágenes fotográficas como
IMAGE 2 aparece más oscuro que el resto, como siempre lo he visto yo). No
sabemos si fue el color “igneum” de la meseta de Aristarchus, o la similitud
visual que tiene el cráter Aristarchus, con sus bandas oscuras y luminosas, con
el interior de un volcán, lo que llevó a postular a Hevelius que se trataba de
un “mons quod ignem alat perpetuum”. Después de todo, ¿un volcán no se vería
así en la superficie de la Luna, con Aristarchus como su cráter perpetuamente
ardiendo?
Capítulo XXIII
De la Luna Gibosa creciente.
De la misma manera que la materia del globo terrestre,
que está compuesto en parte por montes y valles y en parte por llanuras, en
absoluto se pueda considerar que es homogéneo por naturaleza y calidad en todas
sus partes, tampoco lo debería ser la materia opaca de la Luna o Antichtona (1)
(pues la comparación es perfectamente razonable). Verdaderamente, los montes,
valles (2) y llanuras lunares son muy diferentes de acuerdo a su materia,
algunos parecen ser pétreos, otros arenosos; los cuales, a su vez, difieren
entre sí, perteneciendo a diversas especies, por ejemplo, algunos están
formados de arenas pálidas, otros de arenas rojizas, etc. Para que no parezcan
sueños de quien duerme o alucinaciones de quién vela, mostraremos que esto se
debe ciertamente a una causa racional, en este y otros capítulos demostraremos
este punto con razones precisas y fáciles de seguir. Aunque confieso que yo
mismo me siento bastante audaz, pues emprendo una obra de tan grandes
proporciones, al intentar discurrir de cosas lejanas, y en tiempos pasados
inauditas, a veces me parece que fuera a discurrir sobre la quintaesencia de
los peripatéticos. Sé que me adentro en una cuestión ardua, pero, con
observaciones certeras y experiencia ocular, no tengo dudas de que saldré
airoso.
(1) “Antichtona” o “Antitierra” es el nombre que usa
Hevelius para resaltar la similitud entre ambos mundos, que es la tesis central
de “Selenographia”: “Sin dudas, es lícito llamar “Antichtona” a la Luna cuando
es tan similar en muchas partes a nuestra Tierra” (página 225 de
“Selenographia”.
(2) Cuando en Hevelius leemos “valles” debemos entender
“cráteres” (la palabra “cráter” es posterior, fue acuñada por Von Schröter).
En primer lugar, ya me referí en parte del capítulo 8 a
que hay diversos tipos de zonas pétreas y rocosas entre los montes lunares: en
ese lugar decía que no es contrario a la razón que todos los valles, que hasta
cierto momento no difieren en forma y figura entre sí, con la primera luz del
día, es decir, con Luna creciente, parecen estrecharse visualmente. Los montes
y zonas escarpadas son pétreos, ciertamente hay montes arenosos, no se alzan
igualmente escarpados hacia lo alto, más bien son quebrados y su cima tiene
forma de punta. Por esta razón, los valles cerca y al pie de las montañas son más
estrechos que cerca de su cima, de manera que necesariamente en las fases de
luna creciente decrecen, mientras que en las fases menguantes crecen.
Luego, existe otra razón, que me parece igualmente
creíble y convincente, para justificar que existen zonas rocosas y zonas
arenosas en la Luna. Hay valles y montes, que seguramente no son más altos que
los demás y que, sin embargo, exceden a todos los demás en claridad y esplendor
durante el plenilunio, como entre otros (3) Mons Aetna (Copernicus), Mons
Insula Cretae (Bullialdus), Mons Sinai (Tycho), Montes Insula Besbice (Manilius)
y otros. Sostengo que son de naturaleza luminosa, más aptos, a causa de su
mayor solidez, para reflejar los rayos solares y generar luz más potente.
Sostengo además que los montes lunares formados por arena o barro no podrían
reflejar tan eficazmente los rayos solares, mientras que estos valles y montes
lunares se ven siempre luminosos y más brillantes que los demás. Por ello, los
valles y montes lunares, como los de nuestro globo terrestre, están compuestos
de diferentes materias. Digo, una vez más, que los que son más brillantes que
los demás son de naturaleza pétrea, pues su masa más sólida refleja más
fuertemente la luz y los rayos solares, mientras que los de materia menos dura
se verían menos luminosos, como en la parte relativa a la óptica se demostró
abundantemente.
(3) Para los nombres modernos de los nombres utilizados
por Hevelius en “Selenographia” usamos el “Appendix E. Hevelius’s Nomenclature”
(Ewen A. Whitaker's Mapping and Naming the Moon: a
History of Lunar Cartography and Nomenclature, APPENDIX E, pages 201-208).
Si se piden otras razones por las que algunos valles son
más brillantes que otros, una seguramente es que hay valles más profundos y
valles más elevados, y entre los que son más elevados hay variedad de brillo
por los montes que circundan (de diferentes inclinaciones), por ello es que los
valles más claros son los cercanos a Aetna, Creta, Sinai, etc. Para entender
mejor, pido se considere esto: no todos los valles con profundidades similares
tienen el mismo brillo en plenilunio, como la Insula Major Caspii (Langrenus),
Mons Serrorum (Aristoteles), Mons Carpates (Eudoxus), etc. Estos montes están entre los más altos,
lo que se comprueba en la primera y última aparición, cuando el límite entre
luz y sombra está en su máxima cercanía con ellos. Sin embargo, las zonas oscuras que en ellos se ven bien
pueden ser pantanosas, boscosas o de vegetación de baja altura (y por ende
aparecerán más oscuras que las circundantes). Y las zonas más luminosas bien
pueden tener predominio de yeso, que reflejaría más brillo que las zonas
oscuras cercanas. Si así fuera, sería evidente lo que afirmo: las zonas
montañosas de la Luna son diversas entre sí.
El primer monte en surgir en esta fase en la superficie
de la Luna es sin dudas Mons Porphyrites (Aristarchus) en el Mar Eoo (parte
occidental de Procellarum), sobre la isla Cercinnam (el limbo de Kepler), que
confirma claramente que las montañas difieren muchísimo entre sí de acuerdo a
su materia. Y este Monte Porphyrites no dudo que se compone o bien de tierra
rojiza (similar al Porphyrites que se encuentra en Egipto, cuyo nombre usamos
para el que se encuentra en la Luna) o bien, lo que parece más adecuado, de una
materia pétrea o sulfúrea. Por cierto, estoy seguro que sustenta en su interior
un fuego perpetuo y por ello pertenece a la especie de los montes ígneos como
entre nosotros son el Etna, Hecla, Vesuvio y otros. Sostengo esto, ciertamente,
no por una razón intrascendente sino porque en cualquier fase de la Luna,
siempre observé que Mons Porphyrites es muy claramente luminoso, siempre con el
mismo color y brillo no comparable a los demás montes existentes en el
hemisferio lunar, menos brillantes. Su color es azafranado, levemente amarillo,
o dorado, o rojo intenso (4); este color es natural y permanente (pues
permanece desde el primer al último día sin variaciones, lo que puede comprobar
cualquier observador dotado con un buen telescopio). Por esta causa, no queda
otra alternativa que afirmar que Mons Porphyrites está formado por rocas o
arenas rojas o que en él arde o se derrama un fuego perpetuo; y si debemos
asimilar las cosas terrestres (porque otros datos no tenemos para comparar), la
analogía es muy pertinente.
(4) Siempre es difícil traducir los nombres de los
colores del latín, ya que no hay coincidencia total entre la paleta de
tonalidad de nuestros colores con las tonalidades de los colores romanos. Por
ello, explicito mi traducción: “su color es azafranado (“croceum”), levemente
amarillo (“subflavum”), o dorado (“aureum”), o rojo intenso (“igneum”).
Por todo esto, como esta apariencia no puede de ninguna
manera atribuirse a una alucinación o a una distorsión del telescopio, ya que
claramente aparecía mi vista y la vista de los demás que hicieron el
experimento, la gran diferencia entre Mons Porphyrites y las otras montañas
lunares, con cualquier telescopio que se utilice. Por ello, se deduce que
ciertas montañas lunares, están compuestas de diversas piedras, arenas o
barros, e incluso algunas ser ígneas, como Mons Porphyrites, y lógico es
deducir que haya muchas otras similares (entre las que están las que
mencionamos en la parte final del capítulo 13), de la misma forma y naturaleza,
aunque por ser de menor altura o menos inclinadas no son tan conspicuas.
Además, lo que es más notable es que este Mons Porphyrites es evidentemente
distinto a los otros montes lunares por su forma. En su centro aproximado
parece tener un cuerpo redondo, del que hacia el sur surge un cuerno
ligeramente curvado. Hacia arriba (al norte) se ve un cuerno similar al
primero, pero separado completamente del cuerpo medio, de manera que, por ese
intersticio, como si fuera parte del mar, se puede ver claramente (5). Además,
hay otro monte, llamado Pyramis (Montes Spitzbegen), cerca de Monte Argentarium
(Archimedes), al lado de un promontorio del Mar Mediterráneo lunar (Mare
imbrium, Nubium y parte oriental de Oceanus Procellarum), que tiene una forma
similar a una pirámide (de ahí su nombre). Nada similar a estas tres montañas
encontrarás buscando diligentemente en cada fase en la cara visible de la Luna.
(5) En IMAGE 2 marcamos los “cuernos” a los que se
refiere Hevelius, el primero es parte de las eyecciones brillantes de
Aristarchus, el segundo es Vallis Schröteri.
IMAGE 1: SELENOGRAPHIA
IMAGE 2:
Name and location of observer: Sergio Babino (Montevideo, Uruguay).
Name of feature: Kepler.
Date and time (UT) of observation: 03-08-2020 01:29
Size and type of telescope used: 203 mm. catadrioptic.
Filter (if used): None.
Medium employed (for photos and electronic images): ZWO 174 mm.





































