miércoles, 2 de julio de 2025

Plato: el cráter que cambia con la luz lunar

 

(Marcelo Mojica, Club de Astronomía Icarus)

Entre las muchas maravillas que ofrece la superficie de la Luna, hay un cráter que, tanto por su elegancia geológica como por su papel en la historia de la astronomía, ha capturado la atención de generaciones de observadores: el cráter Platón. Situado en las coordenadas lunares 51.6° norte y 9.3° oeste, Platón se ubica en el extremo noreste del Mare Imbrium, al borde de las tierras altas lunares, y representa uno de los espectáculos visuales más cambiantes y hermosos que ofrece nuestro satélite natural. [1]

Platón es un cráter de impacto de unos 100 kilómetros de diámetro, con un fondo relativamente plano y oscuro, cubierto por antiguos flujos de lava basáltica. Sus murallas escarpadas y elevadas, que alcanzan alturas de más de 2.5 kilómetros en algunos puntos, lo rodean como una muralla fortificada, protegiendo su interior de tonos sombríos. Esta configuración lo convierte en un objeto especialmente atractivo para observar con telescopios de aficionado, ya que las sombras que proyectan sus bordes varían dramáticamente a lo largo del mes lunar, revelando diferentes aspectos de su relieve. [2]

Observar Platón es como asistir a una obra de teatro con iluminación cambiante. En los días posteriores al novilunio (Luna nueva), cuando la luz solar apenas roza sus murallas orientales, las sombras se alargan hacia el oeste, dibujando contornos precisos de las paredes del cráter. A medida que avanza la fase lunar y el Sol lunar asciende en el cielo selenita, las sombras se acortan y el interior del cráter aparece plano y oscuro, como un lago seco y sereno. Más adelante, durante la luna menguante, el proceso se invierte, esta vez con sombras proyectadas hacia el este. Esta transformación diaria convierte a Platón en un objetivo ideal para seguir a lo largo de todo el ciclo lunar, apreciando sus cambios sutiles y su belleza siempre renovada.

Una característica curiosa es la ausencia de un pico central prominente, típico en otros cráteres de tamaño similar. El interior del cráter también presenta pequeños cráteres secundarios apenas visibles con telescopios de mediana potencia, y ha sido objeto de interés por supuestas anomalias visuales: desde el siglo XIX, varios observadores han reportado “nubes”, “nieblas” o luces transitorias en su interior, fenómenos ahora conocidos como Fenómenos Lunares Transitorios (TLPs) [3]. En 1788 el astrónomo planetario alemán Johan Schröter había informado de la presencia de una brillantísima luz entre los picos de los montes Alpes, no lejos de Platón.[4] Aunque su explicación científica aún es tema de debate, han nutrido el misticismo en torno a Platón y han estimulado la imaginación tanto de científicos como de escritores.

Este cráter, además, tiene un lugar especial en la historia de la cartografía lunar. Los primeros intentos sistemáticos de representar la Luna con precisión surgieron a partir del uso del telescopio a comienzos del siglo XVII. Thomas Harriot, un astrónomo inglés, fue el primero en realizar un dibujo conocido de la Luna en 1609, incluso antes de Galileo. Poco después, en ese mismo año, Galileo Galilei utilizó su telescopio para observar y dibujar las fases lunares, aportando una interpretación revolucionaria del relieve lunar que contradecía la visión aristotélica de una Luna perfecta y lisa. Luego, en 1645, el astrónomo jesuita Johannes Hevelius publicó Selenographia, la primera obra extensa dedicada a la Luna, con mapas meticulosamente dibujados, donde Platón ya aparecía representado (aunque con nombres distintos a los actuales).

A estos pioneros se les sumó más tarde el trabajo del astrónomo italiano Giovanni Battista Riccioli, quien en 1651 introdujo la nomenclatura lunar moderna en su obra Almagestum Novum, asignando al cráter el nombre “Platón” en honor al filósofo griego. Esta convención fue ampliamente adoptada y perdura hasta hoy. Fig 1.



Fig.1 Los primeros astrónomos en realizar dibujos y Atlas lunares.  De izquierda a derecha: Thomas Harriot, Galileo Galilei, Johanes Hevelius y Giovani Riccioli. Wikipedia

Dos siglos más tarde, en plena época romántica de la astronomía, el cráter Platón volvió a cobrar protagonismo en manos de observadores apasionados como Camille Flammarion, autor del célebre libro L’Astronomie (1862). Flammarion fue un astrónomo y divulgador francés que supo combinar el rigor científico con una sensibilidad estética y literaria inusual. En sus obras, incluyó bellísimos grabados lunares realizados a partir de observaciones telescópicas de alta precisión. Muchos de estos dibujos, inspirados en los cuadernos de observación de astrónomos del siglo XVIII y XIX, muestran a Platón con gran detalle: sus murallas, su fondo oscuro, sus sombras cambiantes.

En aquella época, antes de la fotografía astronómica, los dibujos eran la principal forma de registrar y compartir observaciones, y el cráter Platón fue uno de los favoritos por su capacidad de cambiar su apariencia con la luz. Algunos astrónomos, como Schröter, Beer y Mädler, pasaban horas observando y dibujando Platón durante noches consecutivas, documentando incluso las mínimas variaciones.

Hoy en día, gracias a la tecnología moderna, disponemos de imágenes satelitales de alta resolución de la superficie lunar. Sin embargo, el encanto de observar Platón en directo permanece intacto. A través de un telescopio modesto, el cráter nos ofrece una conexión con los observadores del pasado, con sus cuadernos de campo y sus lentes de vidrio pulido. Cada fase lunar trae consigo una nueva oportunidad para contemplar cómo la luz modela sus formas y revela su historia geológica, sus cicatrices de impacto, y su milenaria presencia sobre el horizonte nocturno.



Fig. xx A la Izquierda se observa una fotografía del Cráter Platón obtenida con un telescopio Mak de 150mm de apertura y a la derecha un dibujo editado en la obra de Camilo Flamarion

 

En definitiva, Platón no es solo un cráter: es una galería viviente de luces y sombras, una joya para el ojo entrenado y una invitación para todo aquel que alza la vista y se deja fascinar por la Luna. Si tienes un telescopio, incluso uno pequeño, dedícale algunas noches a Platón. Descubrirás que no hay dos observaciones iguales, y que la belleza de este rincón lunar se revela, poco a poco, a quien lo observa con paciencia y asombro.

Bibliografía

1.      https://es.wikipedia.org/wiki/Plat%C3%B3n_(cr%C3%A1ter)

2.      Virtual Moon Atlas V8.2

3. Actividad en la superficie lunar: fenómenos lunares transitorios, Cruz R., file://Dialnet-ActividadEnLaSuperficieLunar-4550290.pdf

4.      https://es.wikipedia.org/wiki/Fen%C3%B3menos_lunares_transitorios

 

viernes, 27 de junio de 2025

LA TOPOGRAFÍA DEL ARCO DE LOS DORSA

Traducción del texto aparecido en la edición de junio 2025 de The Lunar Observer

Cuando la vida te da pocas oportunidades para observar con el telescopio, es el momento para reflexionar sobre lo que observamos, mientras caminamos, mientras esperamos, mientras nos aburrimos…

Uno de mis intereses en la observación lunar son los dorsa, y una de las razones de mi interés es que mis observaciones han ido mejorando progresivamente gracias los conocimientos teóricos sobre la geología de estas formaciones (literalmente cuanto más se conoce más se ve) y en algunas ocasiones la observación estimula la reflexión teórica. Es el caso del texto que presentamos, con la salvedad de que la observación no es directa sino de las imágenes que brinda una obra que he citado en incontables ocasiones en esta revista, el Photographic Lunar Atlas for Moon Observers de Kwok Pau.

Hace mucho que me intrigan dos hechos: 1) la extraordinaria complejidad del relieve de los dorsa (obviamente, cuanto más grandes más complejos) y 2) que esa complejidad no es recepcionada en los textos teóricos. En efecto, si repasamos la bibliografía sobre este tema notamos que las publicaciones están aumentando, pero están más orientadas hacia un estudio de la generalidad de los dorsa, y muy poco sobre la topografía de algún dorsum en particular o una taxonomía de los elementos de su relieve.

En la literatura teórica encontramos una división del relieve de los dorsa en dos elementos: uno inferior, ancho y poco elevado que se denomina arco, que tiene una pendiente empinada y otra más suave, y un elemento superior, estrecho, elevado y escarpado, que se llama cresta, y puede correr sobre uno de los márgenes del arco (frecuentemente migrando de uno a otro margen) o bien en el interior del arco en un patrón de que semeja a los escalones de una escalera caracol, aunque se menciona (al pasar) que puede haber crestas secundarias y crestas fuera del arco. Y prácticamente nada más. Este esquema es sumamente útil para analizar la totalidad de los dorsa, que prácticamente se formaron simultáneamente (en términos geológicos), es sumamente útil para clasificarlos, es sumamente útil para ayudarnos en la observación, pero no es tan útil si queremos analizar un dorsum en particular, ya que la gran mayoría de ellos presentan aspectos intrincados y complejos similares a los de la IMAGE 1, en la que vemos (según el catálogo de dorsa del LRO Quickmap) 3 dorsa en la mitad izquierda de la imagen corriendo de oeste a este y paralelos entre sí y 1 dorsa corriendo de norte a sur en el que los 3 anteriores parecen finalizar. Si tratáramos de describir la topografía que vemos en la imagen, ¿de cuánta utilidad nos sería la división topográfica entre arco y cresta? Lo que vemos es una multiplicidad un poco abrumadora (para una taxonomía) de elementos topográficos.

Lo que vamos a analizar a continuación, en imágenes extraídas del libro citado (a mi entender uno de los mejores atlas lunares), son algunos detalles en la superficie del elemento inferior de los dorsa, el arco.

1.-ELEVACIONES SIMILARES A TÚMULOS O MONTÍCULOS




En IMAGE 1 marcamos lo que parecen ser (yo diría, con bastante certeza) pequeños montículos o túmulos con la FLECHA 1, al lado de la cresta, mientras que la FLECHA 2 marca una especie de hondanada (que recuerdo un poco los “saucer” del suelo de Ptolemaeus), al lado de otro túmulo. Si vemos la IMAGE 2, que es el relieve de esa parte del arco, la línea del relieve, a grandes trazos, marca la forma típica de un arco: la pendiente suave es la oeste (izquierda) y la pendiente abrupta es la este (derecha), en cuyo margen se encuentra la cresta. Las hondanadas aparecen marcadas, pero no señalan grandes diferencias de altitud, IMAGE 2 marcaría un panorama mucho más simplificado que la realidad de la IMAGE 1. Lo que no sabemos es la naturaleza del relieve marcado con la FLECHA 3 (¿es una cresta secundaria?).

2.-ELEVACIONES ABRUPTAS (HONDANADAS)



IMAGE 3 muestra otro dorsum de relieve muy complejo, con un arco mucho más estrecho y tortuoso, al sureste de Eratosthenes. ¿Pueden ver lo que parece un cráter en el centro del arco? IMAGE 4 es el detalle de la imagen anterior, vemos que hay sombras en el interior, claramente es una zona de relieve deprimido. ¿Es un cráter? No lo creo, sobre todo pensando en que las probabilidades de que se produzca un impacto en el centro del arco son prácticamente nulas, especialmente porque los dorsa se formaron en un periodo geológicamente reciente, cuando ya escasean los impactos significativos, y además el contorno no parece ser el contorno de un cráter. Cuando un dorsum y un cráter “se encuentran” el dorsum ha modificado un cráter más antiguo. La FLECHA 1 marca el relieve más extraño, como si fuera una cresta más gruesa de lo ordinario, paralela a lo que sería la cresta, marcada con la FLECHA 2, que corre por el margen oeste. Ahora bien, IMAGE 5 es el perfil de relieve de la zona y vemos algunas características interesantes. Primero, que la cresta (margen oriental, derecho) es más baja que la elevación más gruesa del margen opuesto y, segundo, que sí se trata de una zona deprimida dentro del arco, que empieza con la elevación del margen izquierdo (que lo separa del relieve del mare), luego viene una hondanada y luego otra elevación que finaliza en el lado opuesto del mare. Recordemos que en los dorsa hay una diferencia de altura entre las zonas de mare aledañas a cada margen. Estas hondanadas centrales no son usuales, pero aparecen a veces en el centro de los arcos, claro que no suelen generar la pareidolia de un cráter.

3.-ELEVACIONES EN ESCALERA


IMAGE 6 muestra el segmento sur de Dorsum Heim, al sur de C. Herschel, en la que vemos un arco también muy complejo y con un detalle un poco más común: una especie de elevación secundaria poco alta (que por esto mismo no es una cresta secundaria) que corre paralela a la cresta por el centro del arco. Se puede ver más claramente en la IMAGE 7, que es un detalle de la anterior. Los arcos en principio tendrían un relieve relativamente liso en su pendiente suave, pero a veces se ven pliegues como el escalón de una escalera, cuyo perfil topográfico podemos ver en la IMAGE 8.

A veces pienso en si no serán necesarios nuevos términos topográficos para nombrar los detalles del relieve lunar que aparecen en imágenes tan detalladas como las que tomamos prestadas de nuestro admirado Kwok y que no son accesibles para la observación visual. Quizás la nomenclatura lunar actual tiene un desfasaje y debería adecuarse a lo que pueden captar las sondas en órbita lunar y las cámaras modernas desde Tierra. Los términos importan, ya que facilitan la comunicación de lo que se observa (imaginen tener que describir el sistema de rayos brillantes de Kepler, por ejemplo, sin poseer el término “rayo brillante”). Y no conocer lo que se observa condiciona la observación (yo nunca me percaté de Reiner Gamma hasta que me enteré de su existencia), la falta de un término (que no es más que la denominación de un concepto) hace que sea fácil pasar por alto los detalles de una formación geológica, la observación se construye tanto con los datos sensoriales como con los conceptos teóricos adquiridos previamente.  Un ejemplo de posible nuevo término sería “gradiente” para denominar a esas elevaciones no muy pronunciadas similares a un escalón dentro del arco, que marcamos anteriormente. También es cierto que un análisis muy detallado termina siendo abrumador, como esos viejos mapas de finales del siglo XIX. Lo cierto es que cada vez tenemos más detalles de la superficie lunar a nuestra disposición.

IMAGES 1, 3, 4, 6, 7: Photographic Lunar Atlas for Moon Observers by Kwok Pau.

1: Volume 2, page 58. 3/4: Volume 1, page 462. 6/7: Volume 2, page 248.

IMAGES 2, 5, 8: LROC Quickmap.

lunes, 23 de junio de 2025

LAS CRESTAS DE DORSA GEIKIE Y DORSA MAWSON

 



Les aseguro que los 2 dorsa que vemos en IMAGE 1, en Mare Fecunditatis, eran un gran espectáculo cuando los observé en colongitud 123.8º. Pero cuando hice el dibujo basado en el croquis de mi cuaderno de observación me pareció, justificadamente, que el dibujo no era preciso, lo que me llevó postergar a compartir aquí la observación. A esta postergación sumó también que al otro día de la observación identifiqué que los dorsa que había observado eran bastante conocidos, Dorsa Geikie y Dorsa Mawson. Pero, uno le toma cariño a los croquis, así que pensé en sacar provecho de IMAGE 1 tratando de identificar las zonas brillantes que allí se observan, usando (una vez más) el Photographic Lunar Atlas for Moon Observers de Kwok C. Pau. Las zonas brillantes que se observan visualmente en los márgenes (o en el interior) de los dorsa en principio son el componente superior de la topografía de estos accidentes selenográficos (estrechos y altos). IMAGE 2 está formada por la IMAGE 1 y una imagen extraída de la página 78 del Volumen 1 del Atlas citado. Las flechas 1 a 3 marcan las crestas del margen este de Dorsa Geikie, muy prominentes (y muy complejas, si vemos la foto de Kwok). Las otras zonas brillantes son de más difícil identificación. La flecha 4 indica una zona brillante (que parecía una cresta) en lo que parecía un dorsum intermedio entre Geikie y Mawson, pero que en la imagen más detallada de Kwok es de más difícil identificación. La flecha 5 marca una zona brillante en la bifurcación que aparece en la zona norte de Dorsa Mawson. Con el signo de interrogación marcamos lo que en IMAGE 1 parece ser la cresta corriendo por el margen este, mientras que en la imagen de Kwok la cresta corre por el margen oeste “en echelon”, o sea con el patrón de los escalones de una escalera caracol (en formación escalonada). También puede tratarse de una cresta secundaria que corre por el margen opuesto a la cresta principal, lo que sucede en no pocos dorsa.

Name and location of observer: Alberto Anunziato (Paraná, Argentina).

Name of feature: DORSA GEIKIE AND MAWSON

Date and time (UT) of observation: 2025-01-17 05.05-05.30.

Size and type of telescope used: 105  mm. Maksutov-Cassegrain (Meade EX 105) .

Magnification: 154X


martes, 17 de junio de 2025

Ptolomeo, Alfonso y Arzachel: Crónicas de piedra en el corazón de la Luna

 

Por Marcelo Mojica- Club de Astronomía Icarus

Hay noches en las que el alma necesita mirar hacia arriba. En ese inmenso océano de negrura salpicado de luces, la Luna se alza como un archivo fósil del sistema solar, una crónica de impactos, fuegos internos y silencio cósmico. No hay rincón de su superficie que no cuente una historia, pero hay lugares donde esas historias alcanzan una intensidad especial. En el altiplano lunar, en la región central sur, tres cráteres se destacan como monumentos inmortales: Ptolomeo, Alfonso y Arzachel. Juntos componen un mosaico geológico de enorme belleza y significado científico. Fig.1.

La ubicación privilegiada: entre la historia y la geometría lunar

Estos tres cráteres se sitúan justo al sur del Mare Nubium y del Mare Imbrium, en una zona montañosa, accidentada y llena de historia lunar. Están alineados en dirección norte-sur en una disposición casi perfecta, que los convierte en una referencia icónica para cualquier astrónomo aficionado.

  • Ptolomeo (Ptolemaeus): 9.3° S, 1.9° W
  • Alfonso (Alphonsus): 13.4° S, 3.2° W
  • Arzachel: 18.2° S, 1.9° W

Esta alineación los convierte en una de las formaciones más fotogénicas del altiplano. Son visibles con gran claridad entre los días 6 y 8 del ciclo lunar (primer cuarto), cuando la luz del Sol incide en un ángulo bajo y resalta las sombras de sus muros y terrazas. También pueden observarse de nuevo, con sombras invertidas, entre los días 21 y 23 del ciclo, cerca del último cuarto. [1]

Fig 1. Imagen obtenida con un telescopio Maksutov de 90mm y una focal F/1250mm. 19/ene/2024

 


Ptolomeo: La reliquia del tiempo lunar

Ptolomeo es el mayor y más antiguo de los tres. Con un diámetro de 154 km, es un cráter de impacto del periodo Nectárico, formado hace más de 3.9 mil millones de años. Su apariencia actual es el resultado de una erosión lenta pero constante, que lo ha transformado en un relicario lunar.

  • Profundidad: apenas 2.4 km, debido a que su fondo fue cubierto por lavas basálticas que suavizaron su relieve original.
  • Morfología: el borde norte está colapsado, y el sur muestra múltiples impactos secundarios. El fondo, plano y oscuro, presenta cráteres secundarios como Ammonius (9 km), que se formó posteriormente.
  • Sin pico central, lo que indica un colapso posterior al impacto original.

Ptolomeo se destaca por ser un “cráter fantasma”, es decir, su contorno es tan degradado que parece más una mancha oscura en la Luna que una depresión real. Su interior, sin terrazas ni pico central, puede parecer simple al principio, pero bajo buena óptica revela grietas, relieves y estructuras menores que delatan su vejez.

Este cráter es ideal para observar con telescopios de 100 mm de apertura o más. Con un Mak de 150 mm a 500x, los sutiles detalles topográficos se hacen tan presentes que el observador puede sentir que está sobrevolando el terreno. [2]

 

Alfonso: El cráter que respira misterio

Alphonsus es un cráter del periodo Imbriense, más joven que Ptolomeo. Su diámetro de 118 km lo convierte en una estructura importante, pero es su interior lo que realmente fascina a los astrónomos.

  • Profundidad: alrededor de 2.7 km.
  • Pico central bien definido, rodeado por una serie de fisuras radiales y domos bajos.
  • En su fondo se observan oscuros depósitos piroclásticos, que han llevado a teorizar sobre posible actividad volcánica residual.

Pero lo que hace único a Alfonso es su conexión con los Fenómenos Lunares Transitorios (TLPs). Desde mediados del siglo XX, varios astrónomos —entre ellos el equipo de Kozyrev en 1958— reportaron brillos, nubes y destellos de color rojizo en su interior. Kozyrev llegó a fotografiar lo que interpretó como una nube de gas. Estas observaciones llevaron a que, durante el programa Apolo, se lo incluyera en la lista de zonas de posible interés para la detección de actividad lunar reciente.

Hoy se cree que estos fenómenos pueden deberse a desgasificaciones menores, liberación de radón o incluso al impacto de micrometeoritos. No obstante, el aura de misterio persiste. Observar Alfonso bajo buenos aumentos es como abrir un libro antiguo con páginas sin traducir. [3]

Además, es uno de los mejores ejemplos para estudiar la transición entre impactos y volcanismo lunar, ya que presenta características de ambos procesos. A través de un Maksutov de 150 mm, pueden apreciarse las grietas y depresiones con un realismo asombroso.

 

Arzachel: Juventud y violencia congeladas en piedra

Arzachel, el más joven y estructuralmente imponente del trío, posee un diámetro de 96 km y una profundidad de 3.6 km, lo que lo convierte en un cráter de libro de texto.

  • Periodo de formación: Eratosteniano, alrededor de 3.2 mil millones de años.
  • Terrazas internas marcadas, resultado de deslizamientos durante el colapso de las paredes tras el impacto.
  • Pico central elevado, de unos 1.5 km de altura.
  • El suelo presenta fracturas, indicativas de relajación estructural y de enfriamiento de lava posterior.

Arzachel es un favorito entre los astrofotógrafos por su contraste visual. Su estructura tridimensional se resalta magníficamente con iluminación lateral. Además, su cercanía a la cadena de montañas llamada Montes Riphaeus y a la rima de Alphonsus aumenta su valor paisajístico.

Es uno de los pocos cráteres en los que los detalles estructurales menores —como microcráteres, fracturas y terrazas— pueden apreciarse con claridad, incluso a 300x de aumento. Con telescopios grandes, su contemplación produce una fuerte impresión: no es solo una forma, es un evento congelado. [4]

 

Instrumentos y experiencia observacional

Muchos se sorprenden al saber que este trío puede observarse con un telescopio modesto. Un refractor de 60 mm de apertura es suficiente para distinguir sus contornos y ubicar su alineación. Pero para acceder a los detalles finos —las grietas de Alfonso, las terrazas de Arzachel, los cráteres menores dentro de Ptolomeo— se recomienda al menos un refractor de 100 mm o un Maksutov de 90 mm.

La experiencia se transforma completamente con un Mak de 150 mm, un instrumento que puede alcanzar con facilidad los 500 aumentos bajo cielos estables. En esas condiciones, las estructuras saltan a la vista con una nitidez que corta la respiración. Ver las paredes de Arzachel o el pequeño cráter Ammonius en Ptolomeo a ese nivel es un viaje visual en el tiempo, hacia los días en que los meteoritos llovían sobre la Luna con furia primordial.

 

De volcanes a impactos: evolución del conocimiento

En 1874, los astrónomos James Nasmyth y James Carpenter publicaron el bellísimo libro “The Moon: Considered as a Planet, a World, and a Satellite”. En él, sostenían que la mayoría de los cráteres lunares eran de origen volcánico, comparándolos con calderas terrestres. Esta hipótesis predominó durante décadas.

Hoy sabemos que más del 95% de los cráteres lunares son producto de impactos, no de volcanismo. Pero el error de Nasmyth y Carpenter es comprensible. En aquel entonces, los impactos masivos no eran una idea aceptada por la geología. De hecho, fue solo con las misiones Apolo y los estudios posteriores que se confirmó el origen violento de la mayoría de las estructuras lunares.

Curiosamente, Alfonso es uno de los pocos cráteres que sí muestran señales de actividad volcánica secundaria, lo que en cierta forma reivindica parcialmente aquella antigua hipótesis.

Veamos un poco de este libro:

La porción de la superficie lunar comprendida dentro de los límites de esta ilustración, al estar situada casi en el centro del disco lunar, está en una posición muy favorable para revelar la multitud de características y detalles interesantes que allí se representan. Consisten en todo tipo de cráteres volcánicos, desde «Ptolomeo», cuya vasta muralla tiene ochenta y seis millas de diámetro, hasta aquellos cuyas dimensiones son, comparativamente, tan diminutas que los sitúan en los límites extremos de la visibilidad

Alphons y Arzachael, dos de los siguientes cráteres más grandes en nuestra ilustración, situados inmediatamente encima de Ptolomeo, tienen un diámetro de sesenta y ochenta kilómetros respectivamente, y poseen, en un grado notable, todos los rasgos característicos distintivos de los cráteres lunares, con magníficos conos centrales, elevadas murallas irregulares, junto con manifestaciones muy llamativas de formaciones de deslizamientos de tierra, como las que aparecen en las grandes terrazas segmentarias dentro de sus murallas, junto con varios cráteres menores interpolados en su meseta. "Alphons", el cráter central de este magnífico grupo, se distingue especialmente por varias grietas o abismos de una milla de ancho, cuya dirección o rumbo coincide de forma notable con otras grietas similares que forman rasgos notables entre la multitud de detalles interesantes comprendidos en nuestra ilustración. El más notable de estos es un enorme acantilado recto que recorre el diámetro de una formación circular de cresta baja, que se ve en la esquina superior derecha de nuestra lámina. Este gran acantilado tiene sesenta millas de largo y entre 1000 y 2000 pies de altura; es un objeto bien conocido por los observadores lunares y se le ha denominado "El Ferrocarril" debido a su rectitud, como lo revela la distintiva sombra que proyecta sobre la meseta al observarse desde el amanecer.

 

Sin embargo, aún hay algo mucho más fascinante en su trabajo, y es lo que hicieron para obtener las láminas de su libro, veamos un poco más…

 

Para presentar estas ilustraciones con la mayor aproximación posible a la integridad absoluta de los objetos originales, se nos ocurrió la idea de que al convertir los dibujos en modelos que, al colocarlos bajo los rayos del sol, reprodujeran fielmente los efectos lunares de luz y sombra, y luego fotografiar los modelos así tratados, produciríamos representaciones muy fieles del original. El resultado fue en todos los sentidos muy satisfactorio y ha producido imágenes de los detalles de la superficie lunar que confiamos plenamente en presentar a aquellos de nuestros lectores que hayan realizado un estudio especial sobre el tema. Se espera que aquellos que no hayan tenido la oportunidad de familiarizarse íntimamente con los detalles de la superficie lunar puedan hacerlo con la ayuda de estas ilustraciones. Fig.2. [5]

 


Fig 2. Fotografía del modelo realizado por Nasmyth y Carpenter

 

Reflexión final: escuchar la Luna

Observar los cráteres Ptolomeo, Alfonso y Arzachel es más que una actividad astronómica. Es una forma de conectar con las heridas más antiguas del sistema solar. Es sentir el eco de cataclismos pasados que moldearon un mundo sin atmósfera, sin viento, sin olvido.

Son cicatrices bellas, silenciosas, eternas. Bajo la óptica precisa y con el corazón abierto, estos cráteres no son solo relieves: son monumentos a la resistencia, a la memoria y al asombro.

Quien se detiene a observarlos con paciencia y respeto no vuelve igual. Porque en la superficie de la Luna, también uno encuentra las huellas de sí mismo.

Bibliografía

1.      Virtual Moon Atlas V8.2.  Freeware

2.      https://es.wikipedia.org/wiki/Ptolemaeus_(cr%C3%A1ter)

3.      https://es.wikipedia.org/wiki/Alphonsus

4.      https://es.wikipedia.org/wiki/Arzachel_(cr%C3%A1ter)

5.       “The Moon: Considered as a Planet, a World, and a Satellite”, 1874. Second Edition, James Nasmyth y James Carpenter.

 

lunes, 9 de junio de 2025

Johannes Walther y el misterio de los cráteres lunares: una mirada temprana al origen de los relieves lunares

 

(Marcelo Mojica.  Club de Astronomía Icarus)

 

A principios del siglo XX, cuando la astronomía observacional aún dependía en gran parte de telescopios ópticos y el dibujo a mano era una herramienta científica esencial, el geólogo y sedimentólogo alemán Johannes Walther contribuyó con una mirada particular sobre la superficie de la Luna. Su interpretación de los cráteres lunares, aunque acertada en parte, también contenía errores que hoy ofrecen una ventana fascinante al desarrollo del pensamiento científico sobre nuestro satélite natural.

Walther fue uno de los primeros científicos en proponer que los cráteres lunares no eran de origen volcánico, como muchos de sus contemporáneos creían, sino que habían sido formados por impactos de cuerpos celestes. Esta hipótesis, que hoy es el consenso científico, representaba en su tiempo una visión audaz y progresista. El argumento de Walther se basaba en la morfología de los cráteres: su forma circular, la simetría de sus paredes y el material eyectado que los rodea. Estas características, argumentaba, coincidían más con los efectos de una colisión violenta que con procesos volcánicos internos. [1]

Sin embargo, su trabajo también ilustra cómo incluso las ideas más avanzadas pueden verse limitadas por la tecnología o la información disponible en un momento dado. En una de sus ilustraciones más conocidas, Walther presenta un dibujo detallado de la región sur de la Luna, en el que intenta identificar los principales cráteres visibles. Aquí es donde comete un error que ha llamado la atención de historiadores y astrónomos por igual: identifica erróneamente el prominente cráter Clavius como Cuvier. Fig.1



Fig. 1 Walther, 1908 publicó un dibujo de un "cerro anular" de la luna (Originalmente de Gilbert, 1893: Bull. Phil. Soc. Washington; vol XII, Pl. 2). Es la estructura "Cuvier" con un diámetro de 228 km y una profundidad de 3000 metros.

 

Este error de identificación puede parecer menor desde la perspectiva actual, pero pone en evidencia las dificultades que enfrentaban los científicos al trabajar con observaciones telescópicas limitadas. Clavius, uno de los cráteres más grandes de la Luna y fácilmente reconocible por su forma circular y los cráteres más pequeños que se alinean dentro de él, es una estructura de referencia en cualquier mapa lunar moderno. Cuvier, en contraste, es un cráter más pequeño y menos prominente. La confusión probablemente surgió por la orientación del dibujo o una interpretación errónea de las proporciones observadas.

En el presente artículo se muestran imágenes actuales de ambos cráteres, Fig.2, tomadas del Virtual Moon Atlas V8.2, junto con el dibujo original de Walther. Esta comparación revela con claridad tanto la agudeza de sus observaciones como los límites de su exactitud. Aunque se equivocó en la identificación específica, el trazo del dibujo sugiere un conocimiento detallado de la superficie lunar, dentro de los márgenes que le permitía su tecnología. [2]

 



Fig.2 Se observa, superpuesto sobre el mapa del Virtual Moon Atlas, el dibujo de Walther, evidenciándose que el cráter dibujado es Clavius y no Cuvier

 

El legado de Johannes Walther en la ciencia lunar no radica solamente en su error, sino más bien en su disposición a cuestionar teorías establecidas. Su hipótesis sobre el origen por colisión de los cráteres fue pionera y, aunque no fue adoptada de inmediato, sembró una semilla que más tarde germinaría con el desarrollo de la geología planetaria en el siglo XX.

Hoy, gracias a las misiones espaciales y a la disponibilidad de imágenes de alta resolución, podemos identificar con precisión estructuras como Clavius y Cuvier. Sin embargo, es fundamental recordar que estos avances fueron posibles gracias a generaciones de científicos como Walther, que se atrevieron a mirar la Luna no solo con los ojos, sino con una mente abierta al cambio de paradigmas.

Bibliografia

1.      https://www.geovirtual2.cl/geoliteratur/Walther/013CerroLuna-Walther.htm

2.      Virtual Atlas of the Moon V8.2. Freeware

 

viernes, 6 de junio de 2025

PIAZZI SMYTH V, UN CURIOSO CRÁTER OBLICUO

 

Traducción del texto aparecido en la edición de junio 2025 de “The Lunar Observer”

IMAGE 1 es una imagen vieja que me es muy querida, ya que abarca un panorama sumamente variado de accidentes selenográficos y fue obtenida con un gran instrumento. Ya la hemos utilizado en muchas ocasiones, pero recién ahora me percaté de lo que se ve en el detalle en su parte superior. Sabemos que buena parte de los cráteres lunares derivan de impactos oblicuos, en un ángulo muy bajo. No hay mucho desarrollo teórico sobre similitudes y diferencias entre los cráteres oblicuos y la única lista de cráteres oblicuos que conozco es la que se encuentra en https://the-moon.us/wiki/Oblique_Impact_Craters. Mi primera impresión al descubrir el extraño accidente selenográfico es que podía ser una grieta de forma singular, lo que alentó mi sentido de descubrimiento (¿sería algún tipo de accidente volcánico?), pero cuando descubrí la iMAGE 2, que es un detalle de la imagen que aparece en la página 10 del Tomo 2 de Photographic Lunar Atlas for Moon Observers de Kwok Pau, donde parece un cráter muy elongado, así que recurrí a la lista que citamos más adelante. En dicha web se lo denomina, con bastante acierto, “Mini-Schiller”: “Aproximadamente a mitad de camino entre los cráteres Piazzi Smyth y Kirch (en Mare Imbrium) se encuentra el cráter satélite Piazzi Smyth V, que tiene una notable apariencia alargada similar a la de "Schiller" con una curiosa "espina" central en su suelo”. Por eso es que recurrí al Lunar Reconnaissance Orbiter Quickmap, con el que obtuve la IMAGE 3. Piazzi Smyth V tiene 7 kms de diámetro en su eje largo y 3.5 kms en su eje corto. Sin dudas, la espina central es sumamente singular, corre de noroeste a sureste y abarca si todo el suelo, aunque parece desviarse al sureste (aunque también podría ser un desmoronamiento de la pared sureste), y además si bien es bastante conspicua no es muy elevada, como vemos en perfil de relieve en la IMAGE 4 (izquierda).





Es interesante hacer una comparación con otros cráteres oblicuos que tienen una elevación, cresta o espina central. En primer lugar, con Schiller (obviamente), que tiene elevación central pero que no corre en toda la extensión del suelo del cráter, solamente parte de la mitad occidental, y está separada en dos segmentos (IMAGE 4, centro). La elevación central corre en la parte más rugosa del suelo, mientras que el centro y la parte oriental del suelo de Schiller han sido modificados por la lava. Piazzi Smyth V tiene una elevación central que abarca todo el suelo. Es probable que Piazzi Smyth V, siendo un cráter mucho más reciente, tenga la forma que tenía el mucho más antiguo Schiller en sus primeros tiempos. El otro cráter reconocido por tener una cresta central es Heraclitus (IMAGE 4, derecha). Generalmente se considera que Heraclitus fue muy modificado por los impactos posteriores (o incluso ni siquiera es un cráter, sino una pareidolia de cráter formada por impactos sucesivos). También esto se ha dicho de Schiller, aunque hoy se considera sin dudas que Schiller es producto de un impacto oblicuo. La espina central de Heraclitus puede no ser tal, sino un remanente de topografía precedente, mientras que la espina central de Schiller podría ser lo que ha quedado de la espina original. Y Piazzi Smyth V sería una muestra de lo que fue la espina central original de Schiller. El perfil de relieve de los tres cráteres es bastante similar, quizás el de Heraclitus es diferente, con una elevación central más marcada (quizás porque la espina central de Heraclitus no es tal sino una pared de un cráter más antiguo).

Ahora bien, ¿cuál sería la causa de esta elevación central alargada, de la que Piazzi Smyth sería el ejemplo más conspicuo? Notamos que es muy poco elevada, aunque visualmente parece más alta de lo que es. Los picos centrales de los cráteres redondos son producto del rebote de la corteza en el impacto. No sé mucho sobre la dinámica de los impactos, pero en principio podríamos pensar que los impactos muy oblicuos generarían estas elevaciones alargadas, pero también que los cráteres alargados derivan su forma del arrastre, por lo que más bien generarían una especie de cauce ancho. Me parece una pregunta interesante para hacerla a un experto, lo que los aficionados podemos hacer es buscar más cráteres parecidos a Piazzi Smyth V.

IMAGE 1:

Name and location of observer: Alberto Anunziato (Oro Verde, Argentina, SLA).

Name of feature: Vallis Alpis.

Date and time (UT) of observation: 09-10-2016-23:12.

Size and type of telescope used: 279mm SCT (Celestron 11" Edge HD)

Medium employed (for photos and electronic images): QHY5-II.

IMAGE 2: Photographic Lunar Atlas for Moon Observers by Kwok Pau

IMAGE 3/ 4: LROC Quickmap.


martes, 27 de mayo de 2025

TRES RIMAS QUE PARECÍAN DORSA (RIMA REAUMUR, RIMA OPPOLZER Y UNA RIMA SIN NOMBRE)

 



Traducción del texto aparecido en la edición de mayo 2025 de “The Lunar Observer”

IMAGE 1 muestra un ejemplo del último dibujo de la noche de observación, el registro de una impresión un poco confusa sobre el relieve lunar, una incógnita que se planea esclarecer al día siguiente (o más tarde), unos pocos trazos que son tiempo ganado a los bostezos y al frío acumulado al lado del telescopio. ¿Qué pensé que dibujaba? Parecían 3 dorsa que convergían hacia el cráter Reaumur (53 kms de diámetro), al sur de Sinus Medii, también había zonas brillantes que podrían ser las crestas. Digo solo parecían dorsa porque las zonas brillantes (evidentemente escarpadas) parecían demasiado prominentes para segmentos tan poco visibles. Bien, no eran dorsa sino rimas, lo pude comprobar (una vez más) con mi primer recurso en esta clase de dudas, el Photographic Lunar Atlas for Moon Observers de Kwok Pau, en el que encontramos la IMAGE 2, que se encuentra en la página 418 del Volume 1. Se trata de Rima Reaumur (marcada con el número 1 en IMAGE 1), una rima innominada en el centro y Rima Oppolzer (3 en IMAGE 1). En IMAGE 1 Rima Reaumur se veía como una línea sombreada, la poca sombra que proyectaba el borde norte, Garfinkle (en Luna Cognita) la describe en estas palabras: “Esta profunda fosa tectónica se extiende a lo largo de unos 30,66 km (19,05 millas) en dos secciones. La primera sección atraviesa la ensenada de lava al oeste del cráter cónico Seeliger, desde la pared sureste exterior de Réaumur hasta el borde norte de Hipparchus”. La número 2 aparece bastante evidente en IMAGE 1, no tiene nombre y evidentemente las condiciones de iluminación eran las mejores, ya que Kwok Pau se encarga de resaltarla con flechas (“Al norte de Rima Réaumur hay otra rima que corre entre dos pequeños cráteres (ver las flechas)”. Por supuesto, en IMAGE 2 falla la resolución de mi telescopio y lo que parecía una zona escarpada o cresta cerca del cráter Seeliger (8 kms de diámetro) en realidad es una zona elevada (quizás parte de las eyecciones de este joven cráter copernicano), mientras que la rima propiamente dicha comienza más hacia la derecha. Lo mismo sucede en la número 3, Rima Oppolzer, a la que se refiere así Garfinkle: “Dado que la rima es poco profunda y sus paredes son casi paralelas a los rayos solares, es un accidente difícil de observar. La rima recibe su nombre del cráter cercano”. La zona brillante a la que parecen confluir estas 3 rimas forma parte de lo que queda de la pared este Reaumur.

Un par de conclusiones acerca de la observación visual (que me es tan querida). Primero, es muy importante registrar lo que se ve tratando de abstraerse de la impresión teórica que nos surge mientras observamos. Así pudimos registrar esta interesante zona con rimas tan sutiles sin importar si en el momento no nos dimos cuentas que eran grietas. Segundo, me hace gracia que como me apasionan los dorsa los tiendo a buscar incluso donde no los hay.

IMAGE 1

Name and location of observer: Alberto Anunziato (Paraná, Argentina).

Name of feature: RIMA REUAMUR

Date and time (UT) of observation: 2025-04-05 23.20-23.40.

Size and type of telescope used: 105  mm. Maksutov-Cassegrain (Meade EX 105) .

Magnification: 154X

IMAGE 2

IMAGE 2: KWOK PAU