miércoles, 28 de agosto de 2019

LOS OBSERVADORES LUNARES DE LA SOCIEDAD LUNAR ARGENTINA EN “THE LUNAR OBSERVER” DE AGOSTO 2019


Con gran orgullo es que volvemos a presentar las observaciones lunares de nuestros miembros en un nuevo número de “The Lunar Observer”.
La revista se puede descargar de la web de ALPO:  http://moon.scopesandscapes.com/tlo.pdf y también del siguiente link:
En “Lunar topographical studies” se mencionan las siguientes observaciones (pág.11):
SERGIO BABINO - MONTEVIDEO, URUGUAY. Digital image of Saturn Occultation-Posidonius. JAIRO CHEVEZ - POPAYÁN,COLUMBIA. Digital images of 1st Qtr Moon(2) & Theophilus. ABEL GONZALEZ CIAN - ORO VERDE, ENTRE RIOS, ARGENTINA. Digital image of Picard. AVRIL MICAELA ELLIAS - ORO VERDE, ENTRE RIOS, ARGENTINA. Digital image of Schmidt. WALTER ELIAS - ORO VERDE, ARGENTINA. Digital images of Aristarchus(2),
Boussingault(2), Censorinus, Gassendi(2), Kepler(2), Mare Fecunditatis, Mare Nectaris,(2), Menelaus(2), Mons Pico, Plato, Proclus(2), Theophilus(3) & Tycho. HOWARD ESKILDSEN - OCALA, FLORIDA, USA. Digital images of Mason, Posidonius, Theophilus & Tycho. FACUNDO GRAMER - ORO VERDE, ENTRE RIOS, ARGENTINA. Digital image of Promontorium Fresnel. ROBERT HAYS, Jr - WORTH, ILLINOIS, USA. Drawings of Gemma Frisius & Lippershey. RICHARD HILL - TUCSON, ARIZONA, USA. Digital images of Atlas, Lacus Mortis & Maginus. WALTER LATRONICO - ORO VERDE, ENTRE RIOS, ARGENTINA. Digital image of Aristarchus. ROBERTO PODESTA - FORMOSA, ARGENTINA. Digital image of waning gibbous Moon. DAVID TESKE - LOUISVILLE, MISSISSIPPI, USA. Digital image of Rupes Recta. ALAN TRUMPER - ORO VERDE, ENTRE RIOS, ARGENTINA. Digital image of Plato.
ROMAIN GARCIA VERDIER - PARANÁ, ARGENTINA. Digital images of Alphonsus, Deslandres, Menelaus & Tycho.

Y se seleccionaron para ilustrar la sección imágenes de Sergio Babino:


Jairo Chavez:


Roberto Podestá:


Román García Verdier:



En la Sección “Lunar Geological Change Detection Program” (pág.19 y siguientes) aparecen nuestras observaciones reportadas al programa:

Reports have been received from the following observers for Jun: Jay Albert (Lake Worth, FL, USA - ALPO) observed: Agrippa and Alphonsus. Alberto Anunziato (Argentina – SLA) observed Aristarchus, Kant, Mare Crisium, and Proclus. Maurice Collins (New Zealand – ALPO/BAA/RASNZ) captured some whole disk images of the Moon. Valerio Fontani (Italy – UAI) imaged: Censorinus, Plato and Tycho. Trevor Smith (Codnor, UK – BAA) observed earthshine, Hecataeus, Kant, Mare Crisium, Messier, Picard, Proclus and several other features. Franco Taccogna (Italy – UAI) imaged Plato. Aldo Tonon (Italy – UAI) imaged Censorinus, Plato, and several features.
En la página 20 se reporta un informe visual de destello en la Luna realizado por el miembro venezolano de la Liga Iberoamericana de Astronomía Roger Jimenez:
LTP reports: No LTP were observed in Jun-Jul, though there was one report of a binocular sighting of a flash on the Moon, seen with binoculars on 2019 Jul 08 UT 01:35 by R.A. Jiménez (Venezuela – LIADA) - near Pickering crater. The flash was about 4th magnitude, the color was white and the duration 1/10th sec or shorter. This was either an impact flash, sun-glint off some space junk, or possibly just the detection of a cosmic ray air-shower event by the human eye. Was anybody else observing then? Thanks to Alberto Anunziatio (SLA) for alerting me about this report.
Y se comentó una observación de Kant de Alberto Anunziato respecto a un FLT de 1873 en la página 23.

lunes, 26 de agosto de 2019

CRÓNICAS LUNARES EN LAS MONTAÑAS DE OTRO MUNDO. LA AVENTURA DE APOLO 15.



Publicado en Diario Uno de Paraná el domingo 25 de agosto de 2019

Alberto Anunziato (Sociedad Lunar Argentina)

La misión Apolo 14 reforzó la confianza deteriorada del público estadounidense con el programa de exploración espacial luego del casi desastre del Apolo 13. El programa preveía que a partir de la misión n° 15 las actividades científicas en la superficie lunar se ampliarían: los astronautas pasarían tres noches en la Luna (en lugar de 1) con un traje espacial mejorado que permitía 7 horas de actividad en cada salida (en lugar de las 4 de las misiones anteriores). Además contarían con una especie de “automóvil lunar”, el Lunar Roving Vehicle, que aumentaba enormemente su movilidad y permitía acceder a diferentes sitios en cada salida del módulo lunar. Con un poco más de osadía que en las misiones anteriores, los estrictos criterios de selección de los sitios de alunizaje, hasta ese momento pensados en base a la seguridad de los astronautas, se relajaron para permitir la llegada a un sitio considerado de importancia científica. El lugar elegido fue probablemente el más espectacular y sublimemente hermoso de los sitios de alunizaje: las altas montañas de los Apeninos lunares y la Rima Hadley, una especie de hondanada como un cañón con forma de serpiente. Montañas y abismos. Se tomaron riesgos. Lo escarpado del terreno necesitaba un vuelo de acercamiento del módulo lunar mucho más inclinado y abrupto que los anteriores para descender entre dos montañas. Y para mayor complicación en un sitio que no había sido cartografiado con tanto detalle por las sondas Lunar Orbiter, por cuanto no estaba entre los sitios considerados prioritarios. Viajaban a una terra incognita. Para tornar más emocionante el viaje, la tripulación era comandada por Dave Scott, una de las personalidades más interesantes del Programa Apolo. Scott combinaba la sangre fría del piloto de elite con un genuino interés por las ciencias y la filosofía, no muy común entre sus compañeros astronautas. De Apolo 15 vinieron las imágenes más espectaculares de la exploración lunar y además fue un ejemplo perfecto de estrecha colaboración entre astronautas y científicos. Se agregó al personal de comunicación del Centro Espacial a un geólogo que dirigía remotamente las actividades de campo de los astronautas. Tanto Allen como Scott estaban maravillados con su labor como geólogos de campo. De las 67 horas que pasaron en la Luna, casi 19 las pasaron explorando. Sus descripciones de lo que observaban visualmente y su iniciativa en la selección de los materiales que recogían fueron fundamentales. Los científicos en Tierra manejaban remotamente la cámara del rover lunar, por lo que la interacción con los astronautas se daba casi como si estuvieran juntos en la Luna. Uno de los resultados fue el hallazgo de una roca perteneciente a la primigenia corteza lunar (la “Genesis Rock”, de la que hablaremos en otra “Crónica Lunar”). Como emocionante final de la misión, Scott realizó la comprobación del famoso (y apócrifo) experimento de Galileo en la Torre de Pisa. Dice la leyenda que Galileo habría dejado caer una pluma y una bala de cañón para comprobar que dos cuerpos en caída libre lo hacen a la misma velocidad sin importar su peso. Pero no lo hizo en realidad, y no podría haber obtenido ese resultado por la resistencia de la atmósfera (lo hizo en realidad con esferas cayendo en diversos planos inclinados). Pero Scott si pudo recrear el experimento legendario en la superficie sin atmósfera de la Luna, con una pluma y un martillo. Y ambos cayeron a la misma velocidad, para delicia de estudiantes y profesores. Un final emocionante para una gran misión.

Crónicas Lunares es una de las actividades de la Sociedad Lunar Argentina, una asociación astronómica que se propone difundir la observación lunar y los estudios relacionados con nuestro satélite. Los que quieran enterarse de las actividades de esta asociación, que tiene sede en Santa Fe y Paraná, pueden ingresar a su página de Facebook (Sociedad Lunar Argentina) o bien contactarse con el email sociedadlunarargentina@ gmail.com ARROBA   

miércoles, 7 de agosto de 2019

Crónicas Lunares EXPLORAR. EL SENTIDO DE LA AVENTURA LUNAR




Alberto Anunziato (Sociedad Lunar Argentina)


Publicado en Diario Uno de Paraná el 3 de agosto de 2019


Hace 50 años el mundo asistía a un espectáculo inédito. La televisión mostraba en directo a los primeros hombres en pisar la superficie de la Luna. 50 años… lo suficiente como para tomar distancia y preguntarnos por el sentido histórico y filosófico de la carrera espacial que culminó el 20 de julio de 1969. Fue un triunfo ideológico para Estados Unidos, su bandera ondeando en la distante Luna, la muestra de que eran capaces de someterse a un esfuerzo económico enorme para vencer a los soviéticos. Una puja tecnológica y simbólica que Kennedy había hecho suya luego de que los cubanos lo humillaran en Bahía de Cochinos. Para la URSS fueron todos los primeros lugares: primer satélite artificial, primer hombre en el espacio, primera mujer en el espacio, primera caminata espacial, primeros en llegar a la Luna y Venus, y muchos más. Pero llevar astronautas a la Luna fue demasiado para el gigante con pies de barro, que 17 años después mostró la faz más oscura de su tecnología con el desastre de Chernobil. Para los que no somos norteamericanos, ¿cuál fue el sentido de llegar a la Luna? La versión canónica es que es que los avances científicos del Programa Apolo lo justificaron, pero es lícito preguntarse si no hubiera sido más barato y efectivo financiar la exploración robótica, que es la que en estas décadas ha hecho avanzar enormemente nuestro conocimiento del sistema solar. También es canónico el argumento de que los avances tecnológicos derivados del Programa Apolo lo justificaron (el más importante sería la miniaturización de la electrónica). Pero es sensato preguntarse si no hubiera sido más efectivo investigar directamente esos avances tecnológicos con fondos que llegaron a más del 5% del presupuesto norteamericano durante una década. ¿La aventura del Apolo XI no nos dice nada entonces? Claro que sí, porque resuena con una de las pulsiones más elementales del ser humano: el deseo de conocer lo desconocido. El sentido de la aventura lunar, más allá de los avances en el conocimiento del sistema solar y de los adelantes que colateralmente se produjeron por la carrera espacial, es profundamente humano. Porque reencontró al hombre con el sentido de la aventura, de la exploración. Las primeras palabras de Scott Carpenter al pisar la Luna con la misión Apolo XV son las más representativas de ese pequeñísimo género textual que son las primera palabras en la Luna: “El hombre debe explorar”. Y explorar implica el amor por lo desconocido, que es el amor que sentimos también al mirar por un telescopio, aunque los divulgadores nos digan que nada nuevo podamos mirar. Así lo expresaba, en “Así habló Zaratustra”, Friedrich Nietzche: “Sí, soy amigo del mar y de todo lo marino, máxime cuando me contradice airadamente. Sí me impulsa ese deleite de la exploración que endereza las velas hacia lo ignoto; sí mi deleite es deleite de navegante; sí, una vez exclamé exultante: ha desaparecido la costa, se ha desprendido mi última atadura”. Y el espacio es no tener ataduras. Es seguir adelante por el honor y el coraje, como el insano Capitán Ahab perseguía la ballena blanca Moby Dick. Como Ulises quería volver con su esposa Penélope, tuvo que atarse al mástil de su barco para no sucumbir al canto de las sirenas que lo tentaban a seguir navegando para siempre, como quisiéramos todos viajar para siempre. Y quién escucho a las sirenas en el espacio fue Ed White, el primer norteamericano en realizar una caminata espacial en 1965. Deslumbrado por la inmensidad de la Tierra y la negrura del espacio, trató de dilatar todo lo posible la reentrada en la cápsula Gemini, incluso pretendiendo que no escuchaba las ordenes perentorias del control de misión en Tierra, quienes temían los efectos de flotar en el espacio, una experiencia nueva. El audio se consigue en internet y es conmovedor escuchar a White rogar que lo dejaran quedarse un poco más fuera de la cápsula y luego se rinde y dice antes de entrar: “Este es el momento más triste de mi vida”, palabras que estaban siendo transmitidas en directo por la radio.
La empatía universal de esos días de julio de 1969 se explica por la admiración que suscitan los que afrontan desafíos extremos en la soledad más absoluta. Los niños de los ’70 soñábamos con ser exploradores o astronautas porque se adentraban en lo desconocido. El aura triunfal de los astronautas se perdió con las soporíferas misiones de los transbordadores y de la estación espacial, en las que incluso los riesgos reales se minimizaban discursivamente. Pero los astronautas de los dorados ’60 y ’70 se jugaban la vida y eran conscientes de estar en un lugar privilegiado.
Cuando revisitamos los años de Apolo, lo que hacemos es soñar con escuchar el canto de las sirenas y seguir viajando para siempre, como Yuri Gagarin, como Neil Armstrong, como Ed White, como Ulises.

PRIMER CAFÉ LUNAR EN PARANÁ


Con un buen marco de público, el domingo 4 de agosto en Paraná la Sociedad Lunar Argentina realizó su séptima actividad del año, el primer café lunar entrerriano. En el Café Saenz Peña, ubicado enfrente de la plaza del mismo nombre, los aficionados a la astronomía lunar se juntaron para compartir charlas y videos sobre las misiones Apolo y luego, al caer la noche, observaciones telescópicas gratuitas para el público en general.